Relato de Amy Wallace sobre Carlos Castaneda

El siguiente es un relato de Amy Wallace presente en el capítulo 4 de su libro Aprendiza de Bruja, que habla de una llamada telefónica con un Carlos Castaneda alterado, refiriéndose a los «voladores» (seres de los confines del cosmos, predadores de la humanidad desde tiempos remotos), descritos en el capítulo Sombras de barro de su libro El lado activo del infinito. Sin lugar a dudas, el tema más aterrador de todas las enseñanzas de Don Juan Matus. «El tema de temas», dicho por el brujo yaqui.

Parteaguas de la llamada entre Amy Wallace y Carlos Castaneda

En 1971, mi padre, el escritor Irving Wallace, me persuadió para que conociera a su nuevo amigo Carlos Castaneda. Con tal motivo organizaron una comida. Después de este primer encuentro, que fue maravilloso, Carlos y yo seguimos manteniéndonos en contacto esporádicamente –incluyendo a Florinda y Taisha— durante 20 años.

En 1991, un año después de la muerte de mi padre, viviendo yo en Berkeley, vi un cartel que anunciaba una charla de Florinda Donner sobre su nuevo libro, ‘Ser en el ensueño’. Asistí a la charla y Florinda y yo tuvimos un reencuentro muy cariñoso. Me dijo: «Carlos se va a poner tan contento de que te haya encontrado». A partir de ese momento empezamos a escribirnos y a llamarnos por teléfono con cierta regularidad.

Pasaje del capítulo 4 de Aprendiza de Bruja: Mi vida con Carlos Castaneda

Murciélagos

Una semana más tarde tuve un pequeño problema en casa. En las vigas del techo de mi palacio de madera habían murciélagos y de vez en cuando alguno de ellos se colaba en la casa. Mis gatos los cazaban febrilmente, y a veces se los comían. Es muy difícil echar a un murciélago de casa, y yo ya no disponía de un marido habilidoso que supiera atraparlos. Llamé al Departamento de Salud Pública de la ciudad y me enviaron un cazador de murciélagos.

En medio de toda esta conmoción sonó el teléfono. Era Florinda.

En un apresurado susurro me dijo: «Carlos quiere hablar contigo».

«¡Ah, estupendo! Sí

Carlos estaba al teléfono.

«Hola, Amy, siento tanto lo de tu papá Flo acaba de decirme que murió hace un año. No lo sabía, estaba en Tombuctú iAy! ¿Cómo estás tú?

«Bien. Oye … perdona, pero en este momento hay un murciélago por la casa y … «

«¿Quieres que te vuelva a llamar?

Tuve un relámpago de lucidez. Supe que si ahora colgaba el teléfono nunca volvería a llamarme.

«No, no.» El timbre de la puerta son? Era el cazador de murciélagos, un hombre que llevaba una red y un tarro. Le hice señas para que entrara.

«Guía el murciélago afuera, Amy,» dijo Carlos, como si me comunicara un secreto militar. «Guíalo afuera.»

Me reí y le dije. «Tú eres Carlos Castaneda; itú eres el que debe guiarlo!»

Mientras capturaban al murciélago, Carlos se puso aún más vehemente.

«Amy, es increíble que Flo te encontrara en ese momento. ¡Yo había estado tratando de localizarte! Lo que te voy a decir te va a parecer ridículo, pero trata de suprimir tu manera normal de enjuiciar y, por favor, escucha todo lo que tengo que decirte. Por favor, escucha. Esto es de la máxima importancia. Tú, sólo tú, tienes inteligencia para captar la metáfora. Los demás…» — y emitió un sonido despreciativo que abarcaba a su pequeño grupo de discípulos (me había enterado por Florinda de que tenía unos doce aprendices en Los Ángeles) o quizás a toda la humanidad — «no son capaces. No entienden que son como pollos atrapados en un gallinero, y que algo foráneo nos está comiendo… ¡somos COMIDA! ¿Por qué no? Suprime tus juicios. Este es un universo predatorio, y nos están devorando. ¿Me escuchas? «Sí» Los brujos tienen dos dichos. Uno trata de un académico que fue al Amazonas para ‘observar a los nativos’. De cuando intentaron comérselo. Por un momento, ¡me olvidé de la antropología! «Amy, algo nos está devorando, que te digo: ¡olvida la antropología!»El otro dicho lo saqué de un titular del Esquire, una historia sobre Lee Marvin. El título decía: ‘¡Lee Marvin está asustado!’ Cada vez que entro a otros mundos, otros mundos auténticos, créeme, chica, ¡Lee Marvin está asustado! ¿Sigues aún ah? «Hace un mes estaba ensoñando y me encontré con Irving. Estaba atrapado en una especie de hiedra trepadora, en una zarzamora, como en una prisión. Me acerqué a él, intentando liberarlo. Me rechazó ¡No! ¡No! No te acerques más. Pero cuida de mi hija. Prométemelo. Cuida de mi Amy. ¡Está en peligro!. «Carlos, ¿qué significa eso? ¿Qué clase de peligro? «No lo s黿No lo sabes? Bueno, ¿qué pasa con mi hermano? ¿Está en peligro? ¿Lo mencionó mi padre? «No, no, sólo tú. Y ahora su espíritu ronda la casa donde vive tu madre.» «¿Su espíritu?» El cazador de murciélagos apareció en la puerta de mi estudio. Triunfante, mostraba un murciélago que se debatía atrapado en un tarro. Le sonreí y le hice con la mano un gesto de agradecimiento «Bien, ¿qué podríamos hacer? «No lo sé. Quizás deberíamos ir a la casa e intentar librarnos del espíritu.» Al principio me sentí escéptica, pero el temor de que mi padre estuviera sufriendo disipé mis dudas.»De acuerdo, de acuerdo», le dije. «Cuando mi madre no se encuentre en su casa. Dentro de dos semanas estaré en Los Ángeles. ¡Ah! ¡Magnífico! Nos reuniremos entonces. Llama a Flo en cuando llegues. Excelente. Adiós. Y Amy —una cosa más. ESCUCHA. Escucha cuidadosamente. Te lo he dicho ya y te lo voy a repetir. Tú Amy Wallace, sólo tú tienes inteligencia para comprender la metáfora. Tú eres la única. Nunca olvides lo que acabo de decirte. Todo depende de eso. Adiós.»Me preguntaba de qué estaba hablando. ¿Eran metáforas todas sus historias? Irving Wallace hablaba a Carlos Castaneda desde el más allá. Me encontraba en un horrible aprieto. Intenté mantenerme escéptica, pero no lo conseguí, Lee Marvin estaba asustado.


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1 comentario en “Relato de Amy Wallace sobre Carlos Castaneda”

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