El desafío de la descolonización mental, cultural y espiritual del pueblo anahuaca, radica en desechar todo lo que el sistema colonial y neocolonial nos he enseñado sobre el supuesto pasado ancestral a través del sistema de educación y los medios masivos. Conocer, sin miedo y sin ambición, la verdadera historia de nuestros Viejos Abuelos. Analizar cada uno de sus logros y dimensionarlos en torno a un proceso desarrollo humano muy largo, diverso y complejo.
Se requiere hacer “arqueología del espíritu”. Unir todos aquellos fragmentos de conocimiento y sabiduría que han sido desvalorados, desubicados y menospreciado a propósito, para confundir y no poder dimensionar una sólida y articulada estructura de conocimiento. Analizar lo que significa en el contexto continental civilizatorio de más de diez mil años, las proezas científicas y técnicas, pero especialmente, sus grandes avances en lo que hoy llama occidente las ciencias sociales. La alimentación, la salud, la educación y la organización comunitaria, desde Alaska hasta La Tierra del Fuego, en donde seres humanos, que guiados, por altos valores y principios crearon una forma muy avanzada de ver y entender la vida y el mundo, en una asombrosa unidad en la diversidad.
Con alcances totalmente impensados por la colonización, basados en el supuesto de que eran pueblos primitivos y salvajes. Avances asombrosos en los campos de la energía y lo que hoy se conoce como la física cuántica. Que le otorgan al ser humano anahuaca un horizonte muy elevado y sofisticado de existencia, que fue lo que lo alejó culturalmente del grotesco mundo material, de las ambiciones mundanas, las guerras, el atesoramiento, el efímero poder material y el ansia insaciable del dominio y el avasallamiento de sus semejantes.
Necesitamos con imperativa urgencia formular nuestro, “propio-nuestro” proyecto histórico, para saber quiénes fueron en verdad nuestros antepasados, cuáles sus más significativos logros y sobre todo, sistematizar su sabiduría y conocimientos para reconstituir las formas milenarias de vida a partir de la organización comunitaria, el respeto y equilibrio con los seres vivos con los que compartimos el vientre generoso de nuestra Madre Querida, y rencontrar el camino para la trascendencia energética de la vida humana, que fue el gran logro civilizatorio, no solo del Cem Anáhuac, sino de las demás civilizaciones ancestrales que, por esta razón, también construyeron pirámides sin ponerse de acuerdo.
Para comenzar esta tarea, existen tres elementos culturales muy importantes para entender los logros civilizatorios y que fueron fundamentales para el desarrollo de muchas áreas de otros conocimientos. La creación del sistema de alimentación, comenzando con la invención del maíz, la milpa y la nixtamalización. El segundo fue la creación del primer sistema de educación pública de carácter obligatorio y gratuito, que duró más de tres mil años, y finalmente, el conocimiento exacto y minucioso de la mecánica celeste. En esta ocasión deseamos deteneros en este último.
El gran esfuerzo humano que se requirió a lo largo de decenas de siglos de observar rigurosa y sistemáticamente de la bóveda celeste a lo largo de todo el continente. Razonar y sistematizar esta información, archivarla y comunicarla a todos los astrónomos e investigadores del Cem Anáhuac, para que a través de los siglos se fuera construyendo una compleja y sofisticada estructura de conocimiento sobre el movimiento cíclico de los astros, resulta un increíble esfuerzo civilizatorio en el que estuvieron en juego muchos elementos culturales, pero que, indudablemente la sabiduría había logrado satisfacer con amplitud, certeza y eficiencia las necesidades básica de la vida.
Los abuelos descubrieron y descifraron los misterios del movimiento de los astros más cercanos al “universo posible humano”. Aprendieron de la mecánica celeste la sabiduría y perfección con la que se rige el universo, entendieron que el movimiento es vida, y que, ese movimiento tiene ciclos exactos que se ajustan a sí mismos en una inmensa mecánica. La maravilla de esta genial exactitud de ciclos y contra ciclos eran prueba irrefutable de que existía algo que era invisible, innombrable e inentendible, para la pequeñez humana, pero que, estaba dando pruebas de su existencia en la repetición exacta de los ciclos, lo que no dejaba posibilidad alguna a la casuística y la aleatoriedad.
Decenas de siglos y multitud de seres humanos capacitados y dedicados de por vida a la creación y sistematización de esta sabiduría, se llegó a la conclusión que la sabiduría y perfección de la mecánica celeste se podía extrapolar al Tlaltípac. Que la maravilla del cosmos, también se podía reproducir en la Tierra, tanto física como moral y espiritualmente.
De esta manera, podemos decir que el gran tlamatinime de los pueblos anahuacas fue el cosmos. De él asimilaron su sabiduría y perfección y lo llevaron al plano humano, al universo personal, familiar y comunitario. Esa es una de sus más grandes proezas civilizatorias. Esta maravillosa aspiración, este proyecto abstracto de vida civilizada, fue lo que abonó una pléyade de actividades biófilas, que iban desde los valores y principios de vida personal, familiar y comunitario, pasando por actividades artísticas y recreativas, hasta proyectos materiales como fueron los tollanes en donde se requirió el trabajo de varias generaciones en un mismo proyecto, que no tuvo variantes, a pesar del tiempo y las sucesivas generaciones que participaron en él.
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