Somos los Hijos de los Hijos de los Viejos Abuelos

Cada uno de nosotros somos la continuidad histórica de una civilización, que inició la agricultura y la invención del maíz hace diez mil años, y que, por supuesto, no está muerta, está viva, vigente y vibrante, y todos formamos parte importante de ella.

Tan antiguos como las civilizaciones de India o China, tenemos una inconmensurable riqueza de sabiduría y conocimiento, pero que, por los procesos de colonización, nos han dejado como un pueblo amnésico, ajeno de sí mismo. Sin conocer quiénes fueron sus antepasados, cuáles sus logros y sus aportaciones, cuáles sus potencialidades y, sobre todo, cuál es el gran legado de sabiduría que nos han heredado para vivir en plenitud.

Sin embargo, los que han detentado y siguen teniendo el poder desde 1521 hasta nuestros días. Se han esforzado en amputarle al pueblo su memoria histórica y su identidad cultural ancestral, para dejarlo indefenso, impotente y vulnerable. Porque sin memoria, no hay conciencia y dignidad; y de esa manera se garantiza el sometimiento y la mansedumbre. El Estado neocolonial asume su pasado ancestral, que colonizadamente llama prehispánico, únicamente con la cultura mexica de 196 años de duración.

Esto se ha logrado a partir de hacer vigente durante cinco siglos los tres dogmas en los que se sustenta la invasión, que son: El primero. Los descubiertos no tienen alma, no son seres humanos, por lo que no tienen derechos y ni propiedades, por lo tanto, pueden ser tratados como animales. El segundo. Los descubiertos son violentos y peligrosos, por tal razón se justifica la pasificación y sujeción por medio de la violencia institucional. Tercero. Los descubiertos son idólatras y demoniacos, por lo cual, se les tiene que civilizar y cristianizar, es decir, incorpóralos a la cultura occidental y al mercado de trabajo en calidad de mano de obra barata.

Y, con la vigencia y aplicación de los dogmas de colonización, se han instrumentado cinco estrategias de colonización para alcanzar el sometimiento y cooperación de los invadidos. Las cinco estrategias no están separadas y se apoyan mutuamente, las cuales son: Primera. Quítateles sus lenguas Madre para dejarlos mudos y sin capacidad de trasmitir y mantener sus culturas. Segunda. Amputarles su memoria histórica, para dejarlos ignorantes, amnésicos y huérfanos de sí mismos. Tercera. Despojarlos de sus conocimientos, para hacerlos sentir, estúpidos e impotentes, incapaces de transformar su realidad, siempre dependientes de los extranjeros. Cuarta. Despojarlos de los espacios, no solo de los mejores espacios físicos, sino especialmente los comunitarios y los sagrados, para dejarlos en el aire, sin raíz. Finalmente, el quinto. Suprimirles su milenaria espiritualidad e imponerles a sangre y fuego la religión del invasor, para de esta manera destruir sus culturas y el potencial de su espiritualidad.

Cuando los dogmas y las estrategias coloniales entran en operación con los pueblos invadidos y ocupados, el resultado es la transformación de los individuos que asumen, como suya, la cultura del invasor. Hacen suyos sus valores, principios, su discurso y se convierten en colonizados-colonizadores de su propio pueblo. Se convierten en eficientes explotadores al servicio de los invasores. Cooperantes y sumisos capataces, guardias blancas, supervisores, mayordomos y policías, aceptando su papel de inferioridad frente a los invasores y de supuesta superioridad frente a sus hermanos que sufren la colonización.

Sin embargo, a pesar de los procesos de colonización, los pueblos y culturas ancestrales del Anáhuac, se han negado a su muerte histórica y se han vuelto maestros impecables en el arte de la resistencia y apropiación cultural. Efectivamente, como todos los pueblos del mundo, los anahuacas ahora, somos un pueblo con un rico mestizaje cultural y humano. No solo, como lo afirmó el Dr. Guillermo Bonfil Batalla, al señalar la existencia de “La tercera raíz” que nos conforma. Además de los pueblos africanos hemos recibido influencias y hemos realizado apropiaciones culturales de las culturas de Asía y del Cercano Oriente.

El Banco Genético de Información Cultural, independientemente del lugar del nacimiento, del fenotipo, de la lengua Madre que se hable, de la Culturas Madre que lo amamantó, los seres humanos nacidos en el Anáhuac, reciben la energía telúrica en la formación de su conciencia de Ser de La Madre Tierra, llamada en lengua náhuatl Tonantzin. Esa frecuencia vibracional, que afecta a todos nuestros átomos, moléculas y neuronas, nos dota de una frecuencia muy especial que nos hace ser anahuacas. La conciencia de Ser, es entonces, una chispa divina, un darse cuenta depositado en nuestro corazón, y para florecerlo, se necesita convertirse en un Guerrero de la Muerte Florecida, y a través la Guerra Florida y de las poderosas armas que nos han legado nuestros ancestros, “Flor y Canto”, entendida la metáfora como “equilibrio y sabiduría”, para liberarse de las cadenas de la colonización y despertar a la verdadera vida, a ser un anahuaca y trabajar por la plenitud armónica, recuperando la milenaria memoria histórica y la identidad cultural ancestral. Saber quiénes somos, de dónde venimos, para saber a dónde vamos.

Debemos de recuperar nuestra memoria y saber que somos los hijos de los hijos de la civilización que inventó el cero matemático antes que los egipcios, la que creó la primera calculadora del mundo llamada Nepohualtzintzin. La que inventó el calendario más exacto en la historia de la humanidad, que necesita un solo día, en 8320 años, para ajustarse, con cinco cuentas calendáricas totalmente interconectadas: la lunar, la solar, la venusina, la de las estrellas Pléyades y la llamada Cuenta Larga, que es el tiempo en el que el Sol hace un giro completo al centro de la galaxia. La civilización que implementó el primer sistema de educación pública, con un carácter obligatorio, público y gratuito durante más de mil años.

La civilización que creó hace 1500 años y mantiene vigente hasta nuestros días, la democracia participativa más antigua de la humanidad y que se usa en cientos de municipios indígenas y campesinos en la actualidad. La que le ha dado a la humanidad 42 productos comestibles, entre los más conocidos y utilizados en el mundo están: el maíz, el chocolate, jitomate y la vainilla, por citar solo tres. Así, nos podríamos extender y enumerar los importantísimos logros y aportaciones de nuestra Civilización Madre a la humanidad, pero, solo quiero agregar un dato más, que resulta muy revelador para entender la importancia y grandeza de nuestros antepasados. De las seis civilizaciones más antiguas de la humanidad, en donde todas construyeron pirámides sin ponerse de acuerdo, la civilización del Anáhuac es la que construyó el mayor número de pirámides, más allá de lo que Cristóbal Colón, Hernán Cortés y Mel Gibson han dicho sobre el uso que nuestros ancestros les daban a estas magnas construcciones que fueron centros de estudio e investigación.


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