La envestida neoliberal no ha tocado fondo con el patrimonio cultural de los Viejos Abuelos, o como lo llaman los criollos en el poder, “patrimonio prehispánico”, entiéndase, “antes de nosotros”.
En efecto, la historia oficial de la neocolonia criolla llamada por ellos, México, como sí todos los habitantes de este país fuéramos descendientes de los mexicas, ignorando a los 68 pueblos indígenas sobrevivientes a la masacre histórica.
Las zonas arqueológicas nos son patrimonio del pueblo de México, son en cambio, usufructuadas por el poder económico, que somete a los funcionarios y pasa por encima de la ley, para hacer de estos lugares sagrados, “disneylandias prehispánicas”. El poder económico de los criollos locales y los mercaderes internacionales tratan de “explotar” turísticamente el legado cultural y espiritual de nuestros Viejos Abuelos.
No solo los planes de destrucción de las llamadas zonas arqueológicas para uso turístico, sino la misma estrategia de exploración y rescate, está más fincada en una política de explotación turística, que en una seria investigación para redescubrir nuestros orígenes y despertar nuestra adormecida memoria.
El Estado criollo no reconoce la existencia, ni en el pasado ni en el presente, de la milenaria Civilización del Anáhuac. La “historia de su país” inicia con la “gesta histórica y civilizatoria” de la Conquista y la Colonia. Ahí fundamentan sus orígenes y los siete mil quinientos años anteriores, desde la invención del maíz hasta la llegada de Colón y Cortés, son un periodo de barbarie y canibalismo, que la espada y la cruz redimió heroicamente para occidente.
En la construcción de un país descolonizado, en el que el sistema colonial sea totalmente erradicado del Anáhuac, se requerirá recuperar, no solo las zonas arqueológicas, sino el legado espiritual y cultural, que nuestros Viejos Abuelos desarrollaron a lo largo de milenios de sabiduría humana.
En el restablecimiento del Anáhuac, no se podrá negar y rechazar también, estos últimos quinientos años de influencia occidental, africana y asiática, pues nosotros somos, como todos los pueblos del mundo, un sincretismo cultural todos tenemos de todos. La diferencia es que existen muy pocos pueblos en el mundo, como el nuestro, que poseen Elementos Culturales “propios-nuestros”. Es decir, surgidos como un proyecto civilizatorio endógeno.
Legará, muy pronto, el día en que los habitantes de este país, visitaremos las zonas arqueológicas de manera tumultuaria, como hoy se hace en el Tepeyac, San Juan de los Lagos, Juquilla, Chalma.
Los padres llevarán a sus hijos a reconocer lo que ha sido siempre suyo y les fue quitado. Lo más valioso, la herencia espiritual de aquellos hombres y mujeres que entregaron su vida a encontrar el equilibrio entre el Quetzal y el Cóatl, entre el Espíritu y la materia. Los Guerreros toltecas de la Muerte Florecida.
Cuando las piedras antiguas de nuevo hablen con los hijos de los hijos, de aquellos que las esculpieron y ensamblaron. Cuando de nuevo los lugares sagrados sean fuente de fortaleza espiritual, guía y camino. Cuando los Huehuetlatollis florezcan en nuestros corazones, las zonas arqueológicas y los muesos, volverán a ser de nosotros. Los verdaderos hijos de esta Tierra.