¿Qué es “salir de la prisión”?

Si has seguido estas publicaciones, seguramente en más de una ocasión te habrás preguntado a qué me refiero con expresiones como “salir de la prisión” y “regresar a casa”. La respuesta es muy simple: una parte de nosotros debe morir –el cuerpo físico–, para que la otra –el cuerpo energético– pueda abandonar este plano y regresar a su lugar de origen.

Es ahí donde radica la complejidad del tema, porque ¿de dónde venimos y a dónde hemos de regresar? Las religiones tradicionales –tanto de oriente como de occidente–, la new age, los viejos tratados místicos y esotéricos; la alquimia, el chamanismo y las culturas originarias; las tradiciones filosóficas contemporáneas y milenarias, toda corriente espiritual y secta institucionalizada o no, nos ofrecen respuestas que fueron creadas sobre verdades tergiversadas, alteradas y manipuladas a fin de esclavizar a la humanidad a base de engaños y mentiras que solo confunden a quien comienza a despertar. Así que comencemos por aclarar de dónde venimos para entender a dónde vamos:

El cuerpo humano tal y como lo conocemos hoy es una creación de los colonizadores del planeta. Por muy perfecto que parezca, solo es un montón de células que conforman el vehículo que alberga nuestra energía. El cuerpo físico se encuentra en la tercera dimensión y nuestra energía (puedes llamarle alma) se encuentra en la cuarta dimensión. Son dos cuerpos que tienen una conciencia diferente pero que están totalmente vinculados. Son como una fruta: la cáscara equivale al cuerpo humano y la pulpa a su energía (alma).

El cuerpo se encuentra dentro la celda llamada cuerpo-mente, mientras que su energía se encuentra esclavizada en la prisión que popularmente se conoce como el plano astral. Tu energía, o sea tu alma, es la misma desde tu primera encarnación. Cada que encarnas en la Tierra, se vincula a tu cuerpo físico. Todas las decisiones que tomas durante tu vida, fortalecen esa energía o la debilitan; la hacen brillar o la opacan. Cuando mueres, tu cuerpo físico se queda en este plano y el energético se desvincula de él para comenzar un proceso bastante siniestro que culminará en una siguiente encarnación. En futuras publicaciones explicaré lo que sucede en este período. De momento basta con entender que lo que da vida a nuestro cuerpo físico es el cuerpo energético y que éste se ve íntimamente afectado o beneficiado por las decisiones que toma su humano durante el tiempo que permanece encarnado.

La fuente de donde provienen tanto el humano como su cuerpo energético, es su Yo de quinta dimensión (comúnmente llamado espíritu). Así que no, no nos creó ningún ser divino ni nos vamos al cielo después de morir. Este ser de quinta dimensión es de pura energía, es decir, carece de materia. Precisamente eres tú su versión en el plano material. Ese ser vive en otro plano, quizás en una estrella, una constelación o algún planeta. Forma parte de una civilización cuyas características varían de acuerdo a la raza y el lugar de proveniencia de cada uno de ellos. Existen lugares fuera de este planeta donde todo es oscuridad, otros donde solo hay luz y otros cohabitados por seres tanto de luz como de oscuridad, pero sin ocupar el mismo espacio como aquí. En ese plano cada cual tiene un sitio que se rige bajo los principios determinados por su esencia, sus valores y su nivel evolutivo.

Lo importante ahora no es saber más de sus características y costumbres, sino entender que tú no eres un cuerpo físico con su respectiva mente, y que éstos provienen de un ser superior o una divinidad. Cuando te dicen que fuiste creado a imagen y semejanza de ese ser, lo que en realidad te están diciendo es que fuiste programado por algo o alguien que no eres tú para cumplir sus designios en este plano. La realidad detrás de esto es que tu ser de quinta dimensión (espíritu) es el océano, tu ser de cuarta dimensión (alma) es el agua de ese océano contenida en una pileta, y tu ser humano (tercera dimensión) es una gota de esa agua que conserva las mismas características que océano de donde proviene.

Ese océano, es decir, tu Yo de quinta dimensión, fue quien decidió encarnarse por motivos que revisaremos después. En absoluta conciencia y haciendo uso de su voluntad y libre albedrío, decidió venir a la Tierra. Y para ello desprendió una parte de su energía que se convirtió en tu cuerpo energético de cuarta dimensión (alma) y cada humano que has encarnado proviene de este último. El grandísimo problema es que cuando esa parte de tu Yo de quinta dimensión entró a este plano (astral), ingresó a una prisión de máxima seguridad donde lo primero que hicieron fue borrarle la memoria para que perdiera su identidad y en consecuencia pudieran comenzar a reprogramarlo en cada encarnación. La única manera de salir de aquí es recordando quién eres y viviendo cada momento de tu vida cotidiana en consonancia con lo que realmente eres, no con lo que los guardias de la prisión han programado en tu mente inconsciente a lo largo de cientos de encarnaciones para continuar esclavizándote.

En la medida en que te identificas con lo que no eres, tu conducta es contraria a tu naturaleza. Mientras esa situación continúe seguirás anclado a este plano. Es como si tu Yo de quinta dimensión tuviera la forma de árbol, pero tus cuerpos de cuarta y tercera tienen forma de hormiga porque es la programación que les dieron, que se fortaleció con cada encarnación y que se consolida con cada decisión que tomas en tu vida cotidiana.

Salir de aquí implica tomar la forma de tu Yo original y eso solo sucede con hechos guiados por tu conciencia. Pero ten en cuenta algo: para conocer lo que eres primero debes descubrir lo que no eres. Percibirás tu esencia en la medida en que destruyas los paradigmas, condicionamientos, creencias y todo tipo de aprendizaje que te ha llevado a tener un concepto erróneo de ti mismo. Primero en tercera dimensión y después en cuarta. En otras palabras, primero en tu mente y después en tu alma. Ambas están esclavizadas aquí y deben descubrir el océano en su interior. ¿Qué pasará cuando lo hagan? Lo veremos en la próxima entrega.  

Leer Artículo anterior de Félix Hompanera:

¿Te vas o te quedas?

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