Érase otra vez, otra de esas veces que salíamos a distensionar nuestros agotados cerebros, tratando de resolver el problema ambiental de la oficina, del gobierno, del país, y si fuera posible, del planeta.
Los “cuatro mosqueteros” responsables de la política de ese tema a nivel nacional, estábamos echándonos unos “alipuses” en un bar a todo dar, a media cuadra de las Torres Gemelas, zona 10, sector rosa (su propietario era un amigo mío muy apreciado y su lugarcito también, pero parece increíble lo que hace un derrame cerebral con las neuronas ubicadas cerca del sector del hipo y el tálamo, todo se me olvida, aunque no parezca, pero cuando me enfrento a casos como este, me doy cuenta de lo que hace eso de los derrames)…
Ya todos muy entonados, pero circulando con nuestras propias semovientes piernas, pasamos frente a la torre dos de esas gemelas. Estaba en exhibición un precioso BMW 520 blanco. Rifa de la Sociedad Protectora del Niño. Y me dice Giorgio… “Bueno, Alfredo, hacé la magia y sacate el numerito premiado”. Yo, que estaba invitado a libar por mis cuates, porque pues con eso de trabajar “Ad Honorem” para Presidencia de la República, pues carecía de circulante, de cuadrante y de lineal efectivo.
Por eso, contesto:
Ustedes tres paguen los doscientos quetzalitos del numerito, que lo guarde Mundo y esperemos a que nos avisen.
Dicho y hecho. Escojo el número y lo guarda Mundo. Maco puso mi parte y yo puse la magia.
Al mes nos llama Mundo a tres mosqueteros para invitarnos a platicar a no sé qué lugar para darnos una noticia. Todos creímos que era que nos avisaría que se iba a casar, pues se oían campanas de boda en el ambiente.
¡No! Equivocados. “Oigan ustedes (así nos decía) que les parece que nos sacamos el beeme”.
Nos muestra la lista de la rifa y continúa… me llamaron por teléfono de la Sociedad Protectora para informarme (cada cliente que compraba un número debía dar su número de casa y teléfono) y debemos ir por él en una semana, cuando se termine de arreglar lo de la liberación de impuestos del auto.
“Yorch” dice… “¿y ahora qué? ¿Cada uno con una llanta y con una puerta o qué?” Maco dice “habrá que venderlo”. Pues a buscar comprador…
Esa misma tarde me llama el primo hermano de mi mecenas, Marito Blanco QEPD, propietario de no sé qué tantas manzanas a orillas de la carretera a El Salvador y me dice… ¿“vos Alfred, es cierto que te sacaste el BMW de la rifa? Te cuento que mi esposa compró cincuenta números porque estaba ilusionada con sacárselo ella y está esperando que yo le diga cuál fue el número premiado. Te lo cambio por una manzana en mi tierra”
Menos de una hora después estábamos en donde el abogado de los Molina Orantes para escriturar la manzana y entregar mano a mano el numerito.
A los pocos días, salió en la prensa la señora de Molina recibiendo el auto.
Maco me dice… “¡Magia completa!”
Tan tán.
Impresionante.
Porque es historia.
Y bien contada.
Felicitaciones, Alfredo.