P-ANTOLOGÍAS DE ESTAMPAS QUE RELATO (14. RELATO DEL PEUGEOT BLUE)

Hubo una vez que, yo me dediqué con mucho entusiasmo y creatividad, a biodegradar “vacaca”,  “puercaca” y “pulpaca” de café para sacar abonos orgánicos aprovechando esos desperdicios y de colada, obtener el primero de los gases planetarios… el metano. Como pueden ver, todo terminaba o principiaba con ANO…hasta el color café.

Pues bien, fui descubierto por la tal ORGANIZACIÓN LATINOAMERICANA DE ENERGÍA y me elevan al cargo de Funcionario Internacional. Miembro del cuerpo diplomático acreditado en Quito, Ecuador, lugar donde estaba su sede.

Después de largos, largos años de desinterés de mi país por mis aportes, pues no me cayó nada mal volver a tener un ingreso mensual (dos años viviendo de la misericordia) y, encima de todo, ser importante en la participación en soluciones a la crisis energética de la década de los años 70s.

Yo todo un Coordinador del primer programa en el continente de Energía Renovable, con un mes apenas de instalado en mi cargo, soy visitado por el gerente de AutoFrancia, la representante de los flamantes autos Peugeot, -precisamente había ganado el premio del mejor auto en ese año, el modelo 604-. Dado el instantáneo crecimiento de OLADE (1979), con 5 funcionarios nuevos, pues el señor gerente se arriesgó a promover su empresa.

Nos ofrece la venta al crédito sin fiador de un auto 604 en un año con pagos mensuales de tan solo MIL DÓLARES. En menos de una hora estábamos los cuatro compañeros sentados frente al escritorio del señor XX (ya ni recuerdo su nombre) y viene Enrique Indacochea y Ruiz de Somocurcio, el peruano a cargo de hidroenergía y pide uno con gusto de color, tipo de tapicería y tonalidades de vidrios. –“¡Perfecto ingeniero, en seis meses lo tiene pues no hay así en stock!”. No importa, responde Enrique. Viene Luiz Augusto Fonseca, brasileño a cargo del programa de energía eólica, y escoge uno del modelo 504 y a recurrir a la lista de gustos. – “También tendría su auto en seis meses”.  Va ahora Joao dos Reis Pimentel, otro brasileño a cargo del programa de Balances Energéticos, y como ya sabía lo que le iban a responder, no objetó nada, solo se concretó a pedir gustos. Quedaba yo, Alfredo el bohemio puro y casto y pregunto: – ¿tiene algún auto disponible? – ¡”Claro maestro, tenemos uno blanco, tapicería de felpa color beige, automático y todo el perfil eléctrico!”. – ¡Ese quiero! increpé inmediatamente.

Ni una hora había pasado, cuando regresamos los cinco mosqueteros en un flamante Peugeot 604 a nuestra oficina. Gran alaraca en la importante instancia internacional ubicada en una zona apropiada al auto nuevo.

Y así transcurrieron los largos seis meses de espera mis queridos e inteligentes compañeros, quienes todos tuvieron que comprar provisionalmente autos Suzuky para paliar el tiempo y no tener que moverse en taxis o buses. No era nada propio de sus altos cargos, más yo, ya estando ostentando mi carrazo con placa CD 043, no necesité andar “apretujadito” en Quito…

Yo viajaba mucho, pues mi programa se extendió a 6 países y visitaba toda América Latina y el Caribe promocionando las energías renovables y fomentando la creación de las instancias gubernamentales que pudieran hacerse cargo de esa gestión. Mas, los pocos días que permanecía en la sede del bello y extrañado Quito, acudía noche a noche a degustar mis rutinarios desahogos de la tensión laboral en el famoso club privado de llave Vocú. Un club de tres niveles donde había bar con música increíble, salón de baile y piso tercero privado con sala de cine y sofás reclinables. Yo era tan antipático que bebía solo mi propio whisky… J.W. Swing, y desde luego que, aunque fuera mío, cobraban el servicio como si hubiera sido servicio completo.

En ese puesto justo frente a la barra, mi lugar predilecto, me encontraba cuando aparece Joao. Aclaro que con Joao rentamos un precioso apartamento amueblado en un cuarto piso en una zona de privilegio y hicimos muy buena amistad, principalmente alrededor de la preciosa música brasileña, de la cual él era un magnífico instructor.

Pues bien… – “Alfredo, toma mis llaves y dame las tuyas, acabo de recibir mi auto nuevo y quiero que antes que yo lo use me des tu opinión de cómo lo sientes pues el mío es estándar (cambios manuales) y necesito me digas si es bueno o no”. Yo le insisto y persisto en que no me gustaba su solicitud pues yo estaba en mis 3.74 sentidos y su carro no tenía piloto automático como el mío. Imposible convencerlo. Él sabía que esa rutina mía era más que una garantía de que era impoluto mi retorno noche a noche.

A eso de las 2:30 a.m. me retiro iluminado musical y anímicamente. Quito era una ciudad muy tranquila, principalmente a esas altas horas de la madrugada, así que no circulaban autos. Me dirijo a mi apartamento y llego a una vía principal de esas de doble carril de tres autos y glorieta en medio. Veo detenidamente si no vienen autos en mi dirección de circulación y cuando iba a emprender la marcha, cataplúm, me dan en la parte trasera del lado del copiloto.

Yo descontrolado dado que de ese lado no debería haber autos pues es el carril de solo una circulación, me bajo como rayo a ver qué había pasado y me pongo a revisar el daño causado. Lodera trasera y luces traseras averiadas, aunque no obstaculizaban el rodamiento. Volteo a ver a mi contrincante y … ¿cuál contrincante?, el agresor había huido más rápido que raudo y veloz. Ni cuenta me di hacia donde había agarrado.

Emprendo mi búsqueda a lo “Tin Marín” (de do pingué) y me voy en zigzag sin esperanza, cuando unas 15 cuadras después, me topo, justo frente a la embajada rusa, con un auto parado a media calle con la puerta abierta y un tipo revisando su parte trasera del auto chocada. ¡Era él! Un joven rubio más alto que yo quien, por la forma del choque y las luces traseras apagadas, asumí que venía retrocediendo y sin luces cuando me chocó.

Me estaciono bloqueando su posible nueva escapatoria y lo inculpo de haberme dañado el auto nuevo de menos de 10 kms de recorrido. En esa actitud de amonestación estaba yo, cuando veo que el firmamento entero caía sobre mi cabeza. Me había dado una trompada tan, pero tan dura, que simultáneamente al chorro de sangre de la boca (rota, abierta, adolorida) respondí instantáneamente con una ametralladora calibre 50 mm de no menos de 8 trompadas con la seguridad que si ese cuate me acertaba un segundo golpe, me habría matado. Suspendo mi hipnótica defensa e histérico deseo de noquearlo, cuando escucho un apagado grito “¡basta, basta, me matas!”.

Paro inmediatamente y me percato de que tenía ya no una blanca tez, sino que había hecho, de un blanco, un marciano rojo. Ojos abultados sin poderlos abrir. Labios tipo hipopótamo, Nariz hecha una masa de carne herida.

Instantáneamente paro, lo ayudo a sentarse en la banqueta y en coro emprendimos un lamentero llanto. Yo de la cólera de haber perdido los estribos y casi matado al pobre muchacho y él de la vergüenza… “yo soy el campeón suramericano de Judo, nadie me había dado así jamás” -me decía humillado.

Siendo imposible para él conducir, estaciono su auto, pido a la policía de la embajada que por favor lo cuiden y que en unas horas alguien irá por él, y lo llevo a su casa. Abre su señora madre toda asustada, quién dando un grito del susto de ver a su muchacho, creyó que nos habíamos accidentado, pues yo, con la ruptura de la boca, era igualmente escandalosa la sangre en mi traje y camisa. El muchacho (de unos 25 años de edad) le dice enérgicamente a su mamá … “dale al señor un cheque firmado en blanco, me ha dado la lección de mi vida y es todo un caballero. Lo choqué yo, pero no hay problema, yo tuve la culpa”.

Joao casi muere. Me llevó a una clínica y me pusieron 2 puntos interiores y 2 exteriores para amarrarme el labio roto. Como no creyó mi versión, al medio día siguiente fuimos a buscar a la mamá del muchacho y nos mandó al hospital donde se había recluido. Fuimos y estaba realmente destruido. Yo también, pues se me había puesto morado el ojo izquierdo del impacto en la boca y la boca parecía un hot dog.

¡Eres temible Alfredo! Me dijo y mandó a reparar su auto nuevo. Un bello y estrenado Peugeot azul que pasaría un mes más en Auto Francia en reparación sustituyendo todas las piezas dañadas por nuevos originales y la pintura, horneada y como debía ser para que no se notara que había sufrido un percance recién nacido

Tan tán.

1 comentario en “P-ANTOLOGÍAS DE ESTAMPAS QUE RELATO (14. RELATO DEL PEUGEOT BLUE)”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *