“En 2030 no tendrás nada y serás feliz.” Esta fue la frase protagónica en el Foro Económico Mundial realizado en Davos, Suiza a principios de 2021. Lo preocupante es que no es nueva, solo fue ratificada. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ya había lanzado esta advertencia en 2016. Y basta mirar a tu alrededor para darte cuenta que el mundo avanza a pasos agigantados a esa realidad impuesta por la élite que gobierna la prisión. ¡Y pobre de aquel que no se sienta feliz en esta nueva realidad y encima lo exprese! Se le acusará de “odio”, será duramente juzgado y castigado por los inquisidores que defienden lo políticamente correcto en esta sociedad decadente y distópica.
Y no tenemos que esperar a 2030 para ver los terribles efectos de la inquisición contemporánea. Basta con que una persona se pronuncie en contra de las tendenciosas políticas públicas en favor de cualquier minoría para que las masas enardecidas la acusen de macho, racista, intolerante, facho y toda suerte de adjetivos que se han popularizado gracias al exitoso proceso de ingeniería social financiado por la élite en el poder. Cualquier persona que utilice la razón y tenga un criterio propio, será quemada en la hoguera de las redes sociales, y peor aún, en un número creciente de países puede ser juzgada judicialmente por “atentar contra la paz pública” (cualquier cosa que esto signifique).
De esta manera se va instaurando una orwelliana dictadura del pensamiento, principalmente en los más jóvenes, pero también en todos aquellos adultos que se niegan a dejar de pertenecer a un mundo diseñado para jóvenes. La madurez producto de la edad y la experiencia que se alcanzaba en el pasado, hoy es cada día menos común. Los adultos aspiran a ser jóvenes eternamente en un mundo en la que madurar es lo menos cool que existe. Una sociedad que no se cuestiona, y si lo intenta, de inmediato lo reprime por un irracional miedo al rechazo mediante el cual es controlada y esclavizada. Un pensamiento único, sin reflexión ni criterio. Una humanidad que se aferra a la realidad creada por un estado opresor que extirpa todo aquello que atenta contra el “bienestar de todos”. Un mundo donde ser feliz es sinónimo de ser obediente, manso, dócil y sumamente frágil. Donde no caben la libertad, la autonomía, la belleza, la solidaridad, el amor y el respeto por los valores universales. Un mundo donde la conciencia genuina es vista como la peor amenaza y hay que descalificarla y contaminarla para erradicarla al precio que sea. La tiranía de la oscuridad en todo su esplendor, pero disfrazada de altruismo, libertad y seguridad para todos.
En la actualidad, existe una campaña para que la población global acepte -convencida o no, por la buena o no- ser inoculada con una sustancia que le brinda una sensación de seguridad y libertad. Todo aquel que cuestione el discurso globalmente aceptado, es acusado de poner en riesgo el acceso a la felicidad de su comunidad. Y esto seguirá avanzando a grado tal, que lloverán acusaciones de odio y demandas judiciales sobre las personas que cuestionen las medidas de la autoridad “a favor” del cambio climático, de “una economía más justa”, del desarrollo del transhumanismo y todas las aberraciones que seguirán convirtiéndose en políticas públicas avaladas por la ciencia y la academia, y difundidas a mansalva por medios de comunicación, redes sociales y todos los contenidos que produce la élite para sentar las bases de una nueva humanidad que será la encargada de inaugurar la nueva era de oscuridad.
En pocas palabras, se trata de obligar a las personas a aceptar los nuevos términos del contrato de la matrix. Quien no acepte pagará el precio. Será un paria, no tendrá derechos ni acceso a lo más básico para su subsistencia. Rechazado por la sociedad, perseguido por la autoridad. Sin un sitio en el mundo distópico que nada ni nadie podrá impedir que se concrete.
Este panorama donde tenemos la cuchilla de la guillotina cada vez más cerca del cuello, está llevando a muchas personas a renunciar a su luz y aceptar el trato que les está ofreciendo el sistema. En otros términos, la oscuridad se está dejando ver y sentir cada vez más cínicamente, nos están cerrando todos los caminos menos el que ellos quieren que tomemos. Cada día se reducen las alternativas y a cada uno de nosotros nos están tocando las heridas todo el tiempo. La oscuridad se está haciendo sentir con mucha fuerza, nos respira en la nuca y nos deja ver lo vulnerables que somos en un mundo que parece devorarnos.
Los más débiles fueron los primeros en caer en la trampa. Pero cada día son más los que terminan cediendo motivados por el miedo, herramienta favorita de la oscuridad para controlar a la humanidad. Y es precisamente ahora, con todo en contra, cuando es necesario pararse bien firme en el amor y confiar en que lo que somos y lo que hacemos es lo que nos sacará de aquí antes de que la guillotina nos rebane el cuello.
El paso que estamos dando es el más grande que hemos dado desde nuestra primera encarnación. Es el más trascendental en tu estancia en este planeta. Eres el último relevo de miles de humanos que encarnaste antes. Ya llegaste hasta acá, ¿vas a tirar por la borda el trabajo de todos? Es bien fácil sentirse fuerte y confiar en que todo saldrá bien cuando juegas la final en tu campo y contra un rival débil. Pero esta es la más grande prueba que has enfrentado nunca -y probablemente nunca habrá otra tan adversa como esta-, donde llegaste a la final de tu deporte favorito que se juega en el estadio del rival y con todo en contra: el público, las reglas, el clima, los árbitros, las apuestas… Nadie cree en ti, en ocasiones ni tú mismo. Es momento de recordar de qué estás hecho, de plantarte bien firme y no renunciar, ni a tu naturaleza ni a la única posibilidad de salir de aquí y ser libre para siempre. Cada día, cada momento, cada elección cuenta. No te dejes amedrentar por el rival. Confía en ti, deja salir tu magia y demuéstrate que estás listo para dar este salto evolutivo.
La oscuridad -por densa y fuerte que sea-, se hace chiquitita ante un corazón que brilla lleno de confianza y amor. Y aunque no lo parezca, somos un equipo. Estamos regados por ahí, pero vinculados a través del amor. Juntos formamos una hoguera cuya luz pierde intensidad cada que uno de los nuestros se apaga, pero que también se beneficia cada que alguno de nosotros se reencuentra consigo mismo y con su esencia, cada que rechazamos los intentos de la oscuridad por convencernos de que el único camino es el miedo y lo mundano, cada que cada uno recuerda que la luz es infinitamente más fuerte que cualquier oscuridad y decide plantarle cara con firmeza.
Nadie imaginó que llegaríamos hasta acá, pero ya estamos aquí. Ellos son los favoritos, por ende, los que tienen la presión. Y eso lo dejan ver en la desesperación con la que están acosándonos en lo social, lo político, lo económico, lo físico, lo psicológico, lo energético y por todos lados. ¡Son ellos quienes tienen todo que perder! Por lo tanto, es mejor hacer lo que cada quien tiene que hacer desde el amor y con la certeza de que alcanzaremos el objetivo. Y si hemos de caer, que sea siendo lo que somos y no por renunciar a ello por miedo. Esa es la muestra de amor más grande que podemos tener por uno mismo y por el colectivo de amor que conformamos.
Ya falta poco, no te pierdas pensando en un futuro que no vivirás. No dejes que te angustie el mundo que viene porque te anclas a él. Mejor concéntrate en lo que tienes que hacer hoy para llegar a la meta que está más cerca nunca. Suelta todo apego a este plano, vive desde el amor y confía en que todo tu esfuerzo tendrá una recompensa infinita cuando todo haya terminado. Depende de ti, solo de ti.
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