Quien quiera salir de la prisión, tendrá que trabajar duro. Esto no es gratis, se gana. Todos lo merecemos, está al alcance de cualquiera, pero hay que ponerse en acción. Nadie va a venir a hacernos el trabajo ni a rescatarnos sin que tengamos que mover un dedo. Esta es la visión de personas inmaduras y anodinas, no la de una persona consciente. Ante ello, surge una gran pregunta: ¿por dónde empiezo?
La respuesta es simple: comienza por lo que tienes a la vista, lo que está más a la mano. Esto suele ser lo siguiente:
1. Busca en ti lo que más te molesta de tu entorno.
A los humanos, sobre todo en occidente, nos enseñan que la realidad está determinada por una combinación de circunstancias a las que debemos adaptarnos. Nuestras acciones pueden influir en algunas de ellas, pero en la estructura general no tenemos ninguna injerencia. Te adaptas al mundo o te quedas fuera.
Esta visión tan limitada y distorsionada resulta la fuente de la mayoría de los problemas de la humanidad, ya que lo cierto es que los humanos somos cocreadores de nuestra realidad. La oscuridad tiene un profundo conocimiento de ello, así que diseñó los mecanismos adecuados para obligarnos a crear la realidad que conviene a sus intereses.
Si volteas a tu alrededor, encontrarás una serie de situaciones, circunstancias y personas que te disgustan o te lastiman. Por lo general, los humanos intentamos influir positivamente en ellas para modificarlas de manera que se adapten a lo que consideramos justo, correcto, adecuado, ético, etcétera. Es decir, intentamos modificar la realidad exterior con base en nuestras expectativas. Eso no solo es tremendamente narcisista, sino poco objetivo y nada realista. El mundo es como es. Y si bien no estás obligado a adaptarte a lo que no quieres, tampoco nadie está obligado a ser como a ti te gusta, te conviene o te acomoda.
La proyección es uno de los mecanismos de defensa de la mente humana más conocidos, pero menos atendidos. Básicamente consiste en percibir en los demás, conductas o actitudes que no somos capaces de percibir en nosotros mismos, o que negamos de nuestra personalidad. Por ejemplo: el tipo de persona enferma de celos que no confía en la fidelidad de su pareja, en realidad es infiel o le encantaría serlo, pero lo reprime porque se avergüenza de desearlo. La persona que se queja sistemáticamente del terrible daño que le hacen otras personas y no percibe que ella es una fuente de dolor para otros. Quien juzga con dureza las relaciones de dependencia de otros, pero no percibe que se vincula igual que los que critica, y si lo llega a percibir, lo justifica de mil formas.
Esto también aplica en lo social o lo colectivo: las personas que se quejan amargamente de la injusticia, quizás tienen una historia llena de ella, ya sea cometiendo injusticias o siendo víctimas de ella, pero hasta ahora la reprimen, niegan, minimizan o justifican. O quienes dicen combatir el abuso de poder y la discriminación contra un grupo social en particular, pero lo hacen de manera violenta y discriminando a todo aquel que discrepa con sus ideas o conducta.
Una buena manera de comenzar a trabajar interiormente, es tomar conciencia de esas heridas que hay que sanar, de las situaciones que hay que resolver, del pasado que hay que resignificar y dejar ir, del dolor y el sufrimiento que hay que trascender. No hay mejor herramienta para poner esto en la conciencia que usar tu entorno como un espejo: lo que más rechazas de otras personas o de tu entorno, vive en tu interior. Muy probablemente replicas aquello que tanto te lastima y ni cuenta te has dado.
Darse cuenta de esto genera vergüenza y culpa, entre otras emociones de baja vibración. Pero no hay que permitir que éstas hagan más daño del necesario. Sentir culpa es necesario para comprometerse con uno mismo a cambiar, aunque sea para no volver a sentirse así de mal. Pero más allá, se convierte en un veneno que daña a profundidad el concepto que se tiene de uno mismo y condiciona la conducta de manera negativa.
Es absolutamente natural que la mente humana tome parte de las características de la personalidad de su agresor para defenderse de él. Esto sucede durante la infancia, cuando no se tienen muchos recursos para hacerle frente a la adversidad. Así, literalmente una parte de tu agresor (o agresores) vive en ti. Esta parte de tu personalidad se manifiesta haciéndote daño y dañando a otros de la misma manera que lo hicieron contigo. Esa es la semilla de oscuridad que sembraron en ti y que ahora le llamas “yo”. ¡Pero no eres tú! Esa es una parte falsa de tu personalidad, la parte oscura que debes descubrir y trascender para ser tú mismo. En pocas palabras, se trata de que dejes de identificarte con la oscuridad en ti y exorcizarla de una vez y para siempre.
2. Escucha tu cuerpo.
El cuerpo humano y su homeostasis se encuentran íntimamente ligados al mundo emocional y energético. Cualquier estimulo proveniente de estos dos campos, presenta un impacto en tu cuerpo físico muy puntual. Debido a ello, todas tus enfermedades, dolores o achaques, tanto crónicos como esporádicos, están íntimamente relacionados con un factor emocional o energético.
De ahí que el cuerpo se convierta en un mapa que puede guiarte a descubrir todo un compendio de emociones reprimidas, conflictos, asuntos no resueltos, traumas y todo tipo de situaciones del presente y el pasado, que es preciso identificar, trabajar, trascender y liberar.
Para conocer el significado emocional de los padecimientos físicos, dolores y enfermedades en general, necesitas apoyarte de un diccionario que te brinde una guía. Recomiendo uno que me parece muy completo y confiable que puedes descargar de manera gratuita haciendo click aquí. No lo tomes como una biblia, sino como una herramienta en la que apoyar tu proceso de introspección.
Por supuesto que el camino es largo, pero con esto basta para dar los primeros pasos. En el camino encontrarás más senderos que recorrer. Hazlo con constancia y disciplina. Recuerda lo que está en juego. Todo el tiempo y esfuerzo que dediques a tu trabajo interior, será ampliamente recompensado cuando alcances el objetivo de salir de aquí.
Ver Artículo anterior de Félix Hompanera:
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