Tal vez lo más extraordinario de la obra de Carlos Castaneda, es que nos enseña lo difícil que es caminar por los intrincados caminos del conocimiento tolteca y la fragilidad humana. Nos enseña que a pesar de penetrar en los intrincados campos del conocimiento humano, que se nos antojan verdaderamente increíbles, los guerreros de la batalla florida del linaje de don Juan, siguen siendo comunes y corrientes seres humanos.
Generalmente idealizamos a estos personajes. Los mitificamos y les quitamos, acaso lo más importante, su condición de ser tan solo un ser humano. En efecto, lo más aterrador de los relatos de Castaneda es que el puñado de intrépidos y esforzados guerreros y guerreras que lideraba don Juan, en los momentos finales de su «entrenamiento» seguían siendo personas comunes y corrientes, que vivían en un mundo de compromisos, trabajos y obligaciones.
No se puede pensar en entrar al maravilloso mundo del nagual, si antes no se tiene pleno dominio del mundo del tonal. Don Juan al final de la enseñanza le dice a Castaneda que lo había estado engañando siempre con «la importancia» del mundo del nagual, pero que el mundo del tonal era tan importante como el mundo del nagual y que si no se tenía pleno dominio del primero jamás, ni remotamente se podría aspirar a penetrar el misterioso mundo del nagual y que los dos mundos se apuntalaban mutuamente.
Si el guerrero de la batalla florida no tiene dominio de sus debilidades, de sus deficiencias, de sus vicios. Si no ha templado su vida con el ejercicio cotidiano de la disciplina, la responsabilidad y la sobriedad. Si su vida cotidiana no es un inmaculado reflejo de su impecabilidad, templanza y aplomo, jamás podrá aspirar a convertirse en un aprendiz de esta milenaria sabiduría. Si no tiene una forma decorosa de ganarse la vida, será sólo un «muerto de hambre» que llena su cabeza con mucha fantasía.
En una parte de la obra don Juan le dice a Castaneda que sí una persona del pueblo fuera un guerrero, no se estaría muriendo de hambre en su mugrosa casa. Don Juan, don Genaro y todos sus aprendices, antes que nada, eran personas del mundo cotidiano que tenían una vida, un trabajo y una responsabilidad. Los guerreros no viven en el mundo de la fantasía, viven en la vorágine cotidiana del mundo que está enfrente y que nos zarandea todos los días. Ahí se encuentran los verdaderos desafíos y las asechanzas del guerrero.
«La elucidación de don Juan se interrumpió porque tuvo que hacer un viaje corto de negocios. Néstor lo llevo en coche a Oaxaca. Mientras los despedía, recordé que al principio de mi asociación con don Juan, cada vez que mencionaba un viaje de negocios, yo pensaba que era un eufemismo. Al paso del tiempo me di cuenta de que en realidad hacia viajes de negocios. Cada vez que los hacía, se ponía uno de sus muchos trajes inmaculadamente cortados, y parecía cualquier cosa menos el viejo indio que yo conocía.» El Fuego Interno Pág. 58
Si el nagual en persona trabajaba en el mundo cotidiano, si usaba su energía y su tiempo para «trabajar» y ganarse la vida, eso nos indica que el mundo cotidiano es tan importante como el mundo de los brujos. Es más, no pude existir el segundo sin el primero. Si no se tiene dominio sobre el mundo inmediato, todo lo demás son puros sueños guajiros o escapismo intelectual.
No por leer a Castaneda o saber sus textos de memoria nos convierte forzosamente en «guerreros». Algunas personas usan las enseñanzas de don Juan como un medio para evadirse o embaucar a algunos ingenuos. El hecho de leer la Biblia no nos hace «santos».
-¿Quiere usted decir que hay diferentes tipos de videntes?
No. Quiero decir que hay muchísimos imbéciles que se convierten en videntes. Los videntes son seres humanos llenos de debilidades, o más bien, seres humanos llenos de debilidades son capaces de volverse videntes. Igual que en el caso de gente atroz que se convierte en científicos.
La característica de los videntes de mala muerte es que están dispuestos a olvidar la maravilla que nos rodea. Se quedan abrumados por el hecho de que ven, creen que su talento es lo que cuenta. Un vidente debe ser un parangón para poder superar la flojedad casi invencible de nuestra condición humana. Lo que hacen los videntes con lo que ven es más importante que el ver en sí. El Fuego Interno. Pág.61
El legado más importante de las enseñanzas de don Juan, es que nos abre un inconmensurable mundo de sabiduría humana de nuestros antepasados. La riqueza más grande es el aspecto CULTURAL. No todo el mundo podrá llegar a ser vidente o nagual, ni en los mejores momentos de los antiguos videntes. Pero si es posible aprender una forma correcta de vivir y una eficaz tabla de valores y principios. En ese sentido, las enseñanzas de don Juan o la obra de Castaneda son un verdadero aporte a las personas que buscan una nueva forma de vivir e interpretar el mundo, frente al desmoronamiento de la civilización Occidental.
La parte cultural de la sabiduría de la Toltequidad como la llamaba don Juan o Toltecáyotl como la llaman los historiadores, es un valioso instrumento, no sólo para poseer una «tecnología propia para decantar el Espíritu», sino también nos ayuda a revalorar nuestro maltratado y negado pasado indígena, a fortalecer nuestra tan alicaída Identidad Cultural y transformar la sociedad.
La parte suicida del asunto es creerse un guerrero en la imaginación y en la realidad, ser arrollados por la vorágine cotidiana del mundo material inmediato. De hecho, algo así les sucedió a los «primeros videntes», pues descuidaron el mundo del tonal, ensimismados en su sofisticado mundo del nagual y un día llegaron pueblos salvajes y belicosos y los hicieron papilla.