La humanidad está condicionada a buscar afanosamente eso que llama felicidad, que básicamente está determinada por factores externos. Más o menos todas las personas buscan lo mismo, pero el engaño de la nueva era impostora se construye desde las carencias, traumas, creencias, condicionamientos, deseos reprimidos, sueños no cumplidos, roles heredados, etcétera. La mayoría de estas motivaciones son inconscientes y sirven al sistema como materia prima para diseñar las máscaras que usa la nueva era impostora. Si bien a nivel global son las mismas para todos (los paradigmas de siempre, pero disfrazados de nueva era), a nivel individual son un traje a la medida. De ahí la dificultad para identificarlas y el riesgo que representan para quien busca liberarse de la prisión.
Ya he mencionado antes que la más grande motivación que tiene una persona para trabajar en su interior, es que le vaya mejor en la vida. Es decir, prosperar a nivel personal, familiar, social, económico, laboral, material, intelectual, emocional, sexual, etcétera. Dudo que alguien comience a trabajar en sí mismo sin una motivación de este tipo, ya sea a nivel consciente o inconsciente, De ahí que se cree que el progreso es una consecuencia del desarrollo interior. Y sí, pero no siempre.
Partamos de la idea de que todo disidente recibe un castigo. El sistema nos quiere sumisos, obedientes y callados. Instalados en el dolor y sufrimiento porque de eso se alimenta, y con la esperanza de que algún día las cosas van a cambiar. Darte cuenta de esto te convierte en una oveja rebelde a la que hay que regresar al rebaño.
Si solo estás abriendo los ojos pero no has modificado tu conducta, bastará con distraerte un poco con alguna motivación mundana para volver a controlarte. Y es así como la persona que te gustaba y nunca te hizo caso comienza a buscarte, una persona cercana (usualmente negativa) te ofrece llevarte de viaje, te dan la beca en el extranjero que llevabas tiempo buscando, alguien muestra interés en financiar tu proyecto de negocio… Con eso basta para volver a centrar tu mirada en lo mundano. Y lo mejor para el sistema es que creerás que esto es resultado de tu toma de conciencia. Esa es la nueva era impostora. El sistema genera estas oportunidades para hacerte creer que son fruto de tu despertar de conciencia, pero en realidad solo son un anzuelo para llevarte de regreso al apego de lo que te ofrece el mundo. A veces sucede lo contrario: te despiden del trabajo o tu expareja comienza a amenazarte con que no te permitirá ver a tus hijos si no le cumples tal o cual capricho. Ya con eso te generan suficiente estrés y te obligan a poner todos tus pensamientos, recursos, tiempo y energía en resolver el problema que crearon. Luego entonces, el trabajo interior pasa al final de tu lista de prioridades y el rebelde vuelve a su celda.
Pero si tu toma de conciencia te lleva a tomar acción en liberarte de lo que no eres para transformarte en lo que auténticamente eres, entonces se encienden las alarmas y la respuesta del sistema suele ser muy agresiva: obstáculos, bloqueos, interferencias y toda suerte de ataques tanto en lo físico como en lo energético. Es natural que surjan miedo, frustración, impotencia y la tentación de abandonar el camino de transformación, ya que el precio que hay que pagar -sobre todo en estos tiempos- es demasiado alto. Y es ahí cuando se está más vulnerable, cuando el riesgo de caer en la trampa es más grande. Te cierran todas las puertas y solo te dejan abiertas o te abren aquellas que te llevan justo a donde el sistema te quiere tener.
En este caso los recursos que utiliza el sistema con mayor frecuencia por su gran eficacia son la falta de salud o de dinero, la familia, una pareja o un embarazo no planeado. Estos son utilizados no solo como una forma de manipulación, sino de castigo. El dolor y el sufrimiento están garantizados con bloqueo importante a la salud y al flujo del dinero. Pero la nueva era impostora se muestra en todo su apogeo mediante los vínculos familiares y romántico-sexuales, ya que son ideales para mostrar una linda cara que puede terminar llevándote a la celda de castigo más cruel de la prisión. Es muy fácil manipularte para que solo veas en un pariente, una pareja o un hijo la cara de la moneda que al sistema le conviene. Así puedes permanecer a su lado años e infelices días, permitiendo que contaminen y parasiten tu entorno, tus actividades y tu interior. Algunos se muestran violentos y descaradamente dominantes. Otros son más perversos y te dicen lo que quieres escuchar mientras tejen una red que termina anclándote a lo mundano: hábitos que perjudican tu cuerpo o ensucian tu energía, una vida social activa con personas quizás atractivas pero incongruentes, alejamiento de tus redes de apoyo y de aquellos que favorecen tu proceso de desarrollo o ejercen una influencia positiva en ti, la contaminación de tu energía a través de la sexualidad o de la inestabilidad que te producen, la invasión lenta pero contundente de tus espacios, los deseos de realización a través de la vida en familia o la procreación, prácticas religiosas o energéticas que te atan en lugar de liberarte, la comodidad o seguridad de estar con alguien que dice apoyarte incondicionalmente, el sentirte culpable por alejarte de alguien con quien te une un vínculo familiar o que sientes que la pasará mal si decides distanciarte… En fin, la lista es muy larga y el objetivo de esto no es describir la conducta de la oscuridad, sino darte una pauta para que la descubras detrás de la máscara de nueva era que te están mostrando.
Así que la nueva era impostora se disfraza de lo que necesitas -en conciencia o no- y se muestra como tú la quieres ver, pero en los hechos te está obligando a identificarte con el personaje que te construyó el sistema para controlarte o con situaciones que lejos de liberarte de la prisión, te encadenan a ella.
Al llegar a este punto la mayoría se baja del barco. Muy pocos están dispuestos a renunciar a lo que les ofrece el mundo y a llegar hasta donde tengan que llegar para descubrir en ellos la nueva era impostora y actuar en consecuencia. Sobre todo, porque eso implica darse cuenta de que los humanos tenemos precio. Nos convertimos en cómplices del sistema cuando renunciamos a lo que somos a cambio de algo que suponemos nos hace bien o nos conviene, pero que solo alimenta nuestro ego, nuestras emociones o nuestro instinto animal.
En este escenario las posibilidades de vivir en plenitud se reducen a una: hacer lo correcto. Y eso es conducirse en la vida desde tu verdadera esencia, no desde el humano que solo se identifica con lo mundano. Para ello sirve preguntarse si tu estilo de vida actual te acerca o te aleja de tu auténtica naturaleza y del objetivo de salir de aquí. Podrás encontrar millones de pretextos para autoengañarte para seguir adelante o para aceptar alguna persona o situación. Escucha la voz de tu conciencia y decide con base en ella. No se trata te elegir lo que más te gusta o más te conviene, sino lo correcto. Y ese camino suele ser el más complicado o el que te exige más. Pero al tomarlo, obtienes beneficios que ni te imaginas. Es decir, quien hace lo correcto termina favoreciéndose al conducirse desde la conciencia y en absoluta congruencia con lo que se es y el objetivo al que se dirige. Es desde ahí que las cosas fluyen. El acoso de la oscuridad siempre estará presente intentando comprarte y bloqueándolo todo, pero mientras te pares en el lugar correcto siempre hay caminos y puertas que se te abren para seguir adelante y llegar a tu objetivo: regresar a casa. Nada de lo que te ofrece el mundo es comparable y cualquiera puede renunciar a ello en cualquier momento de debilidad humana. ¿Realmente vale la pena?
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