La Nueva Era ingresó en diciembre de 2020, pero durante 2021 y 2022 se estará manifestando junto con la vieja -que se niega a irse-, en los aspectos más importantes de la vida de cualquier ser humano: su identidad, sus emociones, la manera en la que se relaciona y su sistema de creencias. No obstante, la vieja era ya no puede imponerse por la fuerza, estos ya son otros tiempos. De ahí que se vio obligada a buscar la manera de esconderse tras una máscara que utiliza el discurso de la nueva era, pero sus motivaciones y acciones siguen siendo las mismas del pasado. En este escenario, toda persona consciente debe concentrarse en identificar a la nueva era impostora, tanto en lo colectivo como en lo individual, a fin de no caer en la trampa del discurso de cambio (muchas veces proveniente de su interior) que lo lleva a estancarse en los paradigmas anteriores y a repetir viejos patrones de conducta.
En la presente publicación nos centraremos en lo macro, lo de fuera, y de ahí partiremos a lo particular, lo concerniente a nuestro mundo interior.
Los discursos políticos están llenos de términos de la nueva era, pero sus acciones siempre terminan siendo lo contrario. En campaña muestran la máscara de los nuevos tiempos, pero debajo llevan el antifaz de ladrón de siempre. Un político hablando de igualdad de derechos, de cuidado al medio ambiente, de honestidad, de justicia y de apoyos a los más necesitados, es un hipócrita. Y no solo porque sus acciones no son congruentes con sus palabras, sino porque está al servicio de un sistema podrido que funciona bajo los lineamientos de la vieja era. En ningún momento te está ofreciendo renovar los paradigmas de la política ni de la economía, e incluso, ahora muchos incorporan a su plataforma de gobierno el de la religión o el de la ciencia para estar a la moda. Esto es, precisamente, la nueva era impostora: atractivos discursos de transformación que enmascaran acciones para perpetuar el sistema.
Lo mismo sucede con la industria de la espiritualidad y la del espectáculo, con la bolsa de valores y los medios de comunicación, con las sectas religiosas y las de coaching, con las fundaciones filantrópicas y los movimientos sociales que financian, con las nuevas tecnologías y los influencers que dictan las pautas de conducta de la sociedad global. Puros discursos huecos de transformación que las masas legitiman con su inmadurez e inconsciencia, con su insultante inocencia y su apego a una falsa esperanza que los arraiga a la prisión cada vez más y más.
Una persona consciente no es aquella que identifica esto fuera, sino dentro de sí misma. La nueva era impostora está tratando de engañarte usando discursos de cambio, de igualdad, de alta vibración, de abundancia, de optimismo, de esperanza, de libertad, de luz, de amor y de conciencia. Pero en realidad solo te atan a energías, deidades, entidades, personas y creencias que condicionan tu conducta para impedirte salir de la esclavitud propia de la vieja era.
Las masas, incapaces de articular un criterio propio, se dejan llevar por los esbirros de la élite que dicen luchar contra el sistema cuando por lo general son financiados y promovidos por él. Dicen, por ejemplo, pelear por la igualdad de derechos de determinada minoría con la misma violencia, discriminación e irracionalidad con la que fueron violentados por el opresor. ¿Están transformando algo? No, solo perpetúan la vieja era con un discurso de nueva era. Solo polarizan, confunden y corrompen a la sociedad. Juzgan lapidariamente a quienes no comparten su irracionalidad a quien no toma partido y no endosa su libertad a la ideología, al dogma y a todo aquellos que termine en “ismo”.
Igual pasa con los gurús de la espiritualidad y la conciencia que, consciente o inconscientemente, contaminan, parasitan y ofrecen la energía de sus seguidores a la oscuridad más densa. Se disfrazan de sanadores, terapeutas, investigadores, científicos, ministros, pastores, monjes, contactados, curanderos, videntes, seres de luz, maestros ascendidos y un infinito etcétera. Prometen salud, bienestar, estabilidad, abundancia, amor, libertad, éxito, la ascensión a una dimensión superior, la vida eterna y todo lo que humanidad de estos tiempos desea con fervor. Sin embargo, no hay nada nuevo. Los incautos siguen presos en esta prisión planetaria de la que nunca saldrán. Eso sí, su celda está divinamente decorada con todas esas imágenes que publican en sus redes sociales tus tías “buena vibra”.
Y ya hablaremos con detalle de lo que sucede en el plano energético, donde un sin fin de entidades de baja vibración engaña a quienes se acercan sin tener un recorrido serio y terminan siendo víctimas de quienes se hacen pasar por seres de luz, maestros, santos, ángeles y hasta de eso a lo que llaman un “yo superior”. Estos “contactados” se sienten en la cúspide de la espiritualidad cuando en realidad son víctimas de la nueva era impostora y sus seductoras máscaras.
Vivir en la vieja era implica identificarte con lo mundano, pero también con tus carencias, tus traumas, tus inseguridades, tus miedos, tus asuntos nos resueltos y todo aquello que te lleve a reproducir en tu realidad la programación que te asignó el sistema para que lo obedezcas con sumisión. La nueva era te centra en tu naturaleza fuera de este plano, es decir, con aquello que verdaderamente eres y a donde has de regresar. La nueva era impostora es una creación del sistema y de tu propia mente para convencerte de que estás dirigiéndote a la libertad, pero en realidad es un autosaboteo que te ancla a los patrones que te han gobernado sin que te des cuenta.
Si bien es cierto que muchas personas ya no creen en todo lo que les dice el sistema, también es cierto que se dejan engañar muy fácilmente. El apego a la vieja era, es en realidad un apego a la prisión y a la experiencia humana, a la materia.
Estos tiempos nos exigen definir si nos identificamos con nuestra parte mundana o con nuestra verdadera esencia. De ello depende si nos vamos o nos quedamos en este plano. Por lo tanto, resulta fundamental confrontar a la nueva era impostora analizando con absoluta honestidad nuestra respuesta a los ofrecimientos del sistema para apegarnos a él. Sobre esto hablaremos en la próxima entrega.
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