Otra de las ideas que popularizó la new age y en estos tiempos ha cobrado una importancia central entre las masas, es la de la integración total. Te motivan a integrar el cuerpo, la mente y el espíritu; pero también, de integrar a tu Ser aquello que Jung llamó la sombra, es decir, la propia oscuridad. Argumentan que fuera de este plano, “la fuente” o la divinidad está unificada con todo lo que existe en el universo (o multiverso). Es decir, no existe el bien ni el mal, todo forma parte de un mismo campo armónico, de una misma experiencia. Esto no es nuevo, las religiones monoteístas centraron su doctrina en esa misma idea hace miles de años. Pero al final, todo es parte de una misma farsa creada para manipular a la humanidad al negarle el derecho de saber la verdad sobre su origen y su relación con todo lo que existe.
El tema es muy amplio, por lo tanto, en esta publicación me centraré en objetar solamente tres argumentos de los neo iluminados que adoctrinan al mundo con su espiritualidad de anaquel:
1. ¿Existen el bien y el mal fuera de aquí?
Por supuesto que sí. Es una vil mentira, que la dualidad solo existe en la mente humana y la tercera dimensión (lee más aquí). El objetivo de una mentira de tal magnitud es mantener viva la esperanza. Que los humanos piensen que al terminar el calvario que implica vivir (sobre todo en estos tiempos), tendrán un descanso eterno en un paraíso celestial donde todo es dicha y felicidad, donde se vive en un estado de gracia eterna y la misericordia del creador se desparrama a manos llenas sobre sus amados vástagos.
Los dogmas de cualquier religión (incluidas la new age y la ciencia), están orientados a obligar a los fieles a renunciar a su criterio, su voluntad, su libre albedrío y su más pura esencia, para comportarse de acuerdo a los condicionamientos impuestos por aquellos que se dicen representantes de una entidad que los facultó para gestionar la vida terrenal y espiritual de los humanos. Quien no cumple dichos preceptos, no solo es visto como el enemigo, sino como el responsable de todos los males que aquejan al mundo. Siempre con la esperanza de que, al morir, el dolor se disipará por completo y todo esfuerzo realizado en vida se verá recompensado al reintegrarse con la fuente creadora de todo lo que existe. Como el caballo que tira de la carreta, esta es una de las zanahorias que persigue la humanidad con mayor fervor.
Luz y oscuridad existen en todo lo que existe. E igual que en la Tierra, todo lo que existe elige lo que es a cada momento. Nos venden la idea de que fuera de este plano todo es perfecto, que tus pares de dimensiones superiores son seres evolucionados por completo porque están integrados a la fuente creadora. Esto no es así. Cada quien se significa a sí mismo en cada decisión que toma. Todo lo que existe en el universo se elige cada que elige. “Como es arriba es abajo”, dice el principio hermético. Nadie se salva de esto. Por lo tanto, puedes estar seguro de que una vez que mueras no pasarás a formar parte de un todo, sino que tu energía seguirá siendo teniendo una identidad individual que forma parte de un gran colectivo con el que comparte valores, vibración, etcétera. Tal y como pasa aquí, tus acciones tienen un impacto en tu entorno. Fuera de aquí es igual.
Tú eres luz u oscuridad en función de tus acciones, de las decisiones que tomas en cada momento. Obrar desde el amor te ilumina, hacerlo desde la oscuridad te opaca. Eso aplica en la Tierra y fuera de ella, así funciona el universo. El cuento de la fuente integradora donde todo es lindo y bello no es más que una falacia, una de las más importantes herramientas de control y manipulación sobre las que se sostiene el sistema.
No niego que tal cosa exista, pero no está a nuestro alcance en este momento. Para llegar a ello hace falta un enorme recorrido. En la Tierra nos prometen que integrarse con la mentada fuente es el siguiente paso a la experiencia de tercera dimensión, pero esto es tan absurdo como prometerle a un niño de primer ingreso en el jardín de niños que al terminar el año obtendrá su título profesional. Lo que nos ocupa en estos tiempos es reintegrarnos con nuestro cuerpo de cuarta dimensión, elegir adecuadamente para salir de aquí y reintegrarnos con nuestro Yo de quinta dimensión. Es en eso en lo que debemos concentrar toda nuestra atención, de lo demás nos encargaremos cuando estemos en posibilidad de comprenderlo. No queramos correr cuando seguimos andando en cuatro patas.
2. Integrar cuerpo, mente y espíritu, ¿está mal?
No, pero hacerlo en el sentido en el que la new age propone puede anclarte a este plano. No olvidemos que los tiempos actuales no tienen precedente alguno. A lo largo de la historia se han dado cambios de Era, puntos de inflexión que marcaron un antes y un después; grandes desastres y cataclismos; transformaciones radicales y períodos de reacomodo de los modelos que determinan la vida en el planeta. Sin embargo, luz y oscuridad seguían coexistiendo en este plano.
La perversidad de los colonizadores contó siempre con la complicidad de la humanidad que, poco a poco, se fue identificando con la oscuridad hasta que la hizo suya. Eso fue lo que nos trajo hasta acá, el tiempo en que tienes que elegir el camino de la luz o de la oscuridad. Llegó el punto en que no pueden convivir juntas en un mismo espacio.
Si bien en el pasado fue necesario integrar el cuerpo, la mente y el espíritu para procurarse una experiencia integral en este plano, lo que exigen los tiempos actuales a las personas conscientes es su desvinculación.
El cuerpo físico y la mente pertenecen a este plano. Solo son el vehículo necesario para vivir la experiencia humana, pero eso no eres tú. No eres tu cuerpo, tampoco tu mente. Eso es lo que te hace creer el sistema. Te obliga a que te identifiques más con una identidad basada en tu aspecto físico y las sensaciones que te brinda el cuerpo, con tus pensamientos y tus emociones; que con lo que realmente eres en esencia. Incluso el espíritu visto desde la religión o la espiritualidad de cabaret, no es más que una extensión de la identidad espuria creada y programada para atarte a este ciclo perpetuo de encarnaciones.
En tiempos en los que definimos si nos quedamos en este plano o regresamos a donde pertenecemos, resulta fundamental aprender a diferenciar lo que pertenece a la materia y lo que surge desde la esencia. Es imprescindible filtrar los pensamientos, emociones, deseos y necesidades, para identificar su origen. Ya sea de procesos psicoemocionales producidos por la mente mundana (constantemente interferida por agentes externos de baja vibración para manipular la percepción de la realidad), o bien, si proceden de la conciencia y llegan a nosotros a través de la intuición, la confianza y la certeza que surgen de un vínculo activo con la propia esencia y los ciclos universales.
Si cuando te describes mencionas características de tu cuerpo, tu personalidad o las actividades que realizas, estás identificado con la parte mundana de tu estructura. Esa que fue diseñada y programada con una identidad que obedece a quienes se alimentan de ella. Es importante conocerla y sanarla para recuperar el control de tus acciones y tu destino. Una persona identificada con su conciencia no tiene esperanza de que algún día cambien para bien las cosas, no se afana con en el futuro y es congruente con lo que es, lo que piensa, lo que siente, lo que quiere y lo que hace.
Este anacrónico discurso que invita a integrar cuerpo, mente y espíritu, es una trampa para atar tu conciencia a la materia y así arraigarte a este plano. Y si lo que quieres es salir de aquí, no se trata de enemistarse con el cuerpo y la mente, sino usarlas para alcanzar el objetivo. La oscuridad estimula constantemente los deseos reprimidos o frustrados, las heridas, traumas y carencias en tu historia personal. Esto activa pensamientos, emociones y conductas que son directamente proporcionales a dichos estímulos que sitúan a la mente en una identidad formada a base de dolor, sufrimiento, carencia, miedo, desconfianza, inseguridad, rechazo, abuso, violencia y todos los efectos autodestructivos que conllevan. Esta es la semilla de oscuridad que sembraron en tu interior. Con los años germinó y echó raíces profundas sobre las que construyó una imagen negativa de ti mismo, un personaje al que llamas “yo” y defiendes a lo largo de la vida. Esta falsa identidad es tan poderosa que crea la realidad en la que vives, y busca desesperadamente mantenerte en este plano, simple y llanamente, porque no existe en ningún otro tiempo, espacio, plano o dimensión. Solo existe en la mente humana.
Por ello, integrar a tu conciencia la parte oscura de tu naturaleza humana sería contraproducente para ti si lo que quieres es salir de la prisión de una vez y para siempre. El reto en estos tiempos es identificarte con tu luz, no con la oscuridad que sembraron en tu mente y en tu cuerpo. Conócelos y trátalos con amor, pero no te apegues a ellos. Utilízalos como un indicador que te señale que estás dejando de ser tú mismo y necesitas retomarte desde la conciencia. En la medida en la que te mantienes en tu esencia, renuncias a todo aquello con lo que el sistema intenta comprarte para retenerte y esclavizarte el resto de la eternidad.
3. Entonces, ¿qué hacer con los pensamientos y emociones negativas?
Hay que reconocerlos y liberarlos, no integrarlos. Para ello debes monitorear lo que sucede en tu interior. Recuerda que la oscuridad permanentemente está creando situaciones y exponiéndote a estímulos para situarte en automático en tu mente y sus heridas. La mejor manera de descubrir que eso está sucediendo es reconociendo los pensamientos y emociones negativos (enojo, tristeza, miedo, culpa, vergüenza, etcétera). Es necesario ponerle nombre a lo que sientes, racionalizarlo para encontrar su origen y expulsarlo de tu interior a través de una acción consciente.
Paso 1: Reconocimiento
Estoy de mal humor, tengo dolor de cabeza y en este momento todo y todos me molestan.
Paso 2: Identificar dentro
El mal humor no es una emoción, sino un estado de ánimo. ¿Qué emoción siento cuando estoy de mal humor?
Seguramente la emoción que estás sintiendo es enojo.
Paso 3: Identificar fuera
¿Qué es lo que está provocándome este enojo? ¿Es algo que está pasando ahora? ¿Qué lo generó o detonó?
Puede ser cualquier cosa, no discrimines ninguna respuesta. El olor del perfume de la señora que acaba de pasar junto a ti, un conductor que toca la bocina con desesperación, una pesadilla, la mirada incómoda de una persona en el ascensor, los gritos de tu jefe estresado o cualquier otro evento o estímulo.
Paso 4: Investigación
¿A quién me recordó el aroma del perfume? ¿Cómo me hacía sentir esa persona? ¿Con qué me conectó recordar inconscientemente a esa persona o alguna vivencia desagradable que tuve con ella?
Quizás es el mismo perfume que usaba la abuela, esa mujer que era tan dura contigo y te hacía sentir poca cosa, que nunca eras suficiente, que te regañaba cada vez que eras tú y te castigaba al no obedecerla. Identifica los sentimientos y emociones que están asociados a esos recuerdos y nómbralas. Probablemente te sentías vulnerable, tenías miedo. Te sentías inseguro y querías huir a esconderte para ponerte a salvo.
La emoción inicial era el enojo, pero ese enojo te estaba protegiendo del miedo que acabas de descubrir. Es decir, de pronto ese estímulo que llegó a ti a través del olfato, está asociado con recuerdos dolorosos que, a nivel inconsciente, te hacen sentir en peligro, insuficiente, incompetente, etcétera. Por lo tanto, el olor que percibiste en la calle te situó en una identidad reactiva y a la defensiva (por eso estabas de mal humor), que fue programada para hacerte sentir inferior y vivir con miedo a ser lastimado. ¡Esa persona no eres tú! Es tu mente programada con base en heridas psicológicas (y a veces físicas) para atraparte en una identidad que nada tiene que ver con tu esencia.
Paso 5: Liberación
El simple hecho de identificar que algo que no eres tú se está apoderando de tus pensamientos, emociones y conducta (y que también impacta en lo físico y lo energético), te sitúa en la posibilidad de elegir entre dos caminos: identificarte con ese personaje creado por la oscuridad o identificarte contigo, con tu esencia, con tu Yo auténtico.
Si eliges la segunda opción, libérate de todo aquello que generó el problema. El mal humor y el dolor de cabeza fueron solo un síntoma. El problema real es todo lo que te hacía sentir tu abuela, que, con una gran probabilidad, te ha saboteado durante toda tu vida en situaciones muy concretas.
El trabajo de liberación será simple o complejo dependiendo de cada caso. A veces puede ayudar un ejercicio de escritura, a veces visualizaciones o fantasías guiadas, otras un trabajo energético más profundo o todas las anteriores y más. El caso es desvincularse de todos esos condicionamientos, creencias y patrones de conducta negativos. Desasociar las emociones, estados de ánimo, sensaciones y sus efectos físicos, de los recuerdos negativos que generaron el problema y lo detonan en el presente. Realizar algún ejercicio de perdón, tanto al agresor como a ti mismo por haberte saboteado en diversas ocasiones. Incluso algo de carácter ritual, donde se puede representar un funeral para cortar con todo lo mencionado y enterrarlo junto con algún objeto que represente al agresor y esa identidad espuria que creó en ti.
Puedes ponerte creativo o acudir con un especialista que te guíe en el proceso, pero no dejes de trabajar en esto porque esta falsa identidad es el mayor obstáculo para lograr tu objetivo de salir de aquí. Te boicotea constantemente y te obliga a identificarte con ella. No caigas en la trampa de integrarla a ti, desvincúlate de ella y sé tú mismo. En todo caso, intégrate a tu esencia, permite que se manifieste en tu corazón y vive desde el amor.
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