Escapar de la prisión

El mundo es una prisión cada vez más oscura y densa. A estas alturas, nada ni nadie puede evitar que la luz se apague de manera definitiva. Entre los reos siempre han existido quienes no se adaptaron a las normas del penal. Esas personas que tienen luz en su corazón y se guían por valores distintos a los que prevalecen en esta cárcel. Sin embargo, los carceleros las tienen aisladas y rodeadas de puro maleante. Los infiltrados están en su familia, en su trabajo, en su escuela, en su comunidad, en todos lados. Hoy un gran número de personas se identifica con el estilo de vida oscuro impuesto desde la dirección del penal. En otras palabras, este es un mundo en penumbras y 2020 fue clave para erradicar la luz de una vez por todas. Dejemos de hacernos pajas mentales creyendo lo contrario y mejor tomemos cartas en el asunto.

Anteriormente mencioné que todo aquel ser humano que pretenda “luchar por un cambio”, lo único que está haciendo es perpetuar la oscuridad. El sistema hizo tan bien su trabajo que quienes están a favor de un cambio ven como enemigos a quienes afirmamos que hoy eso ya no soluciona nada. Nos atacan, nos insultan, nos violentan y pretenden imponer por la fuerza su opinión. ¿Eso es un cambio? No, solo es más oscuridad disfrazada de “buenas intenciones”. Lo mismo pasa con todos los movimientos sociales en la actualidad. La polarización, la división, el encono, la separación, la violencia y la energía negativa son una constante sin importar el bando con el que te identifiques. ¿Esos dizque revolucionarios y libertarios están logrando un cambio? No, solo abonan a que la oscuridad se densifique y fortalezca. De ahí que luchar por un cambio en la prisión no liberará a nadie sino todo lo contrario. Cuando mucho, los rebeldes solo lograrán cambiar de celda y la única manera de alcanzar la libertad es escapando del centro de reclusión.

Para ello es fundamental tener bien presente que nadie se escapa de una cárcel peleándose con los demás internos o con los carceleros. Nadie. Y en segundo lugar, recordemos que estamos en una prisión doble: el mundo y el cuerpo. Pero la realidad material no es lo único que existe en el universo. Luego entonces, la vía para salir de aquí es el espíritu, la energía. Hay que deshacerse de la materia y de todo aquello que nos apegue a ella. Y es aquí, precisamente, donde la inmensa mayoría de la desidiosa humanidad se incomoda y termina renunciando a la verdadera libertad.

Con deshacerse de la materia y lo que nos apegue a ella me refiero a vivir desde el espíritu. No se trata de regalarlo todo e irse a vivir a la cima de una montaña a meditar hasta morir de hambre. Eso es lo menos espiritual que existe. Tampoco se trata de sumarse a la moda de la espiritualidad fancy, cool, chic, que se presume en las redes, que no cansa y se paga a plazos. Menos convertirse en un conspiranóico con delirios de conciencia, un ego demasiado informado y una vida de mierda completamente incongruente con lo que predica. Y mucho menos dedicarse a “ayudar a los demás” (principalmente sumándose a causas que están de moda). En la actualidad existen, por ejemplo, muchas mujeres que dicen “ayudar a otras mujeres” pero no son capaces de separarse de esa pareja que las hace absolutamente infelices. O aquellos que protegen animales pero maltratan personas. Entendamos que las palabras “amor”, “felicidad”, “esperanza” y “ayuda” son obsesiones irracionales y una inmensa justificación de la humanidad posmoderna para hacerse pendeja sola y continuar en reclusión.

Quien quiera salir de aquí definitivamente debe comenzar ahora mismo a renunciar a la idea de ser feliz. Estos son tiempos para salvarse no para ser feliz. Y quien quiere salir de aquí tiene que estar dispuesto a renunciar a la comodidad, a un futuro mejor en este plano y a salvar al mundo. Esto es una empresa absolutamente personal. quien la emprende debe estar dispuesto a trabajar duro, a ir contracorriente, a la soledad, a recibir juicio y rechazo, a tomar decisiones que serán desaprobadas y descalificadas por su entorno, a enfrentarse a toda la mierda que lleva en su interior y ha negado toda la vida, a resolver las cosas pendientes, a sanar las heridas y los traumas enfrentándolos con valentía, a romper vínculos con personas nocivas, al acoso de quienes no lo quieran dejar tomar su propio camino, a todo tipo de tentaciones para atraerlo de vuelta a la materia, a tropezarse duro con sus propios miedos pero levantarse y seguir una y otra vez, a romper todos los contratos negativos, liberarse de las programaciones limitantes recibidas en el pasado, renunciar a las lealtades con seres y conductas negativas, a enfrentar el pasado una y otra vez hasta superarlo, a vivir en congruencia, a asumir su verdadera naturaleza, y un enorme etcétera.  

La humanidad frágil y comodina de estos tiempos no está dispuesta a hacer nada de esto y por eso se fue al carajo. La libertad es solo para esos que las masas llaman “locos”. Quien se encuentre a nivel interior, logre identificarse con su auténtica esencia, viva una vida consciente y congruente, confíe en sí mismo, no se venda y siga adelante aun cuando ya no pueda más y todo parezca perdido, estará en el camino de la libertad. El resto permanecerán recluidos en este pozo sin fondo sufriendo eternamente. Eso fue lo que eligieron y le llaman “felicidad”. Solo hay esperanza para quienes acepten que nada va a cambiar para bien y se esfuercen en construir su libertad. Nadie se las va a regalar, nadie va a venir a hacer el trabajo sucio que le corresponde a cada quien. El tiempo se acabó. O te salvas haciendo lo que tienes que hacer o te pierdes para siempre en la más densa oscuridad que jamás conoció este planeta. Está en ti, en nadie más.   

Leer Artículo anterior de Félix Hompanera:

La Prisión Planetaria

2 comentarios en “Escapar de la prisión”

  1. Alfredo Paniagua

    Así mismo. Coincido con que la única manera de “protegerse en el proceso del escape”, como yo le llamo, es esa. Anular crecientemente todo proceso de manipulación adquirido, vivir en soledad social y solo vincularse con los puntos de venta de alimentos y necesidades básicas, no tener ninguna tentación de consumo de “utilitarios” o vanidades. Lógico que carecer de vicios tangibles e intangibles y conformarse con existir hasta el fin. No importando cuál sea ese. Al fin y al cabo, qué otra cosa queda?. Hasta el aire que respiro, no digamos el agua que bebo o el alimento que ingiero, son instrumentos de control y sometimiento. Ni modo que me voy a suicidar sin alimentar el cuerpo. Por suerte que el “saber” es SER.

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