El Mito de Aridoamérica

Desde 1521 los hijos de los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos hemos sido sometidos a la pérdida de nuestras lenguas, memoria histórica, conocimientos, espacios físicos y religión. Los colonizadores han escrito la historia y la han escrito a su conveniencia y a su percepción de la realidad. Los «grandes historiadores» del México antiguo, en su gran mayoría son extranjeros, comenzando con el primer «historiador, antropólogo y arqueólogo» Hernán Cortés.

Efectivamente, Las Cartas de Relación, que fueron alegatos jurídicos de Cortés ante el Rey de España por haber transgredido la ley y la autoridad del Gobernador de Cuba y una visión totalmente parcial del hecho histórico, son ahora un texto «de gran valor histórico» para comprender, no sólo la conquista sino lo que resulta más lamentable, «entender cómo eran los vencidos, nuestros Viejos Abuelos».

Desde 1521 la historia ha estado en manos de los vencedores y no de los pueblos de México. Esa historia que se ha mantenido en la lengua y en el corazón de los pueblos descendientes de los Viejos Abuelos, se encuentra fuera del perímetro de la «sacrosanta ciencia oficial». Estos milenarios saberes viven en la clandestinidad, acechantes y esperando el momento de su revelación luminosa.

De esta manera, los extranjeros en el «estudio» de nuestra historia antigua, un día dividieron nuestra civilización en dos partes. A una la llamaron Mesoamérica, que va desde Nicaragua hasta aproximadamente Zacatecas. Esta es la región de «los indios antiguos que fueron buenos, sabios y cultos, por lo que construyeron grandes «centros ceremoniales», plagados de pirámides, juegos de pelota y «palacios». A la otra parte de nuestro territorio le llamaron Aridoamérica, lugar en el desierto en donde vivían los nativos malos, salvajes, bárbaros y guerreros.

Los nativos de «Mesoamérica» dejaron cantidad de objetos bellamente decorados y que hoy saturan los museos del mundo. En cambio, los indios salvajes y guerreros de Aridoamérica, no dejaron más que matanzas y persecuciones.

Es curioso observar cómo es que la cultura europea mide a los demás pueblos del mundo con su propia medida. Me refiero a que los europeos son un pueblo que a lo largo de los últimos quinientos años de la historia de la humanidad se han dedicado a apoderarse del planeta, sus pueblos y sus recursos naturales. Para ellos la cultura está sustentada en tres grandes vertientes. La cultura judeocristiana, la cultura grecolatina y la cultura germánica. Estas tres culturas al fusionares en la llamada «cultura occidental», van a ponderar sobre todo lo que hay en el mundo a: La Guerra, El Comercio y el Culto a la Materia y su tecnología. De esta manera miden el «gradado de desarrollo (¿) de los pueblos, en donde ellos encuentran, pueblos «desarrollados» en lo material, militar y comercial. Es interesante observar que los pueblos subdesarrollados (materialmente) son en general, grandes potencias en lo que se refiere al Desarrollo Espiritual. Las grandes y antiguas civilizaciones del mundo; Egipto, Mesopotamia, China, India, México y la Civilización Andina, fundan su desarrollo en «la liberación del ESPÍRITU de la materia; mientras los pueblos europeos fincan su desarrollo en «la liberación de la energía de la MATERIA. Que no es otra cosa que la fusión nuclear.

De esta manera los historiadores extranjeros de un plumazo dividieron a nuestra civilización en dos partes, los cultos y los salvajes. Sin embargo, la misma historia reconoce que, los orígenes símbolos iconográficos y de las grecas del esplendor del México antiguo, que son la esencia de la filosofía del Anáhuac, se encuentran en Aridoamérica en tiempos mucho más antiguos que el esplendor de Mesoamérica en los llamados «petroglifos». Efectivamente, el pensamiento filosófico, que fue la esencia del desarrollo del México Antiguo y que el investigador mexicano Miguel León Portilla ha llamado, TOLTECAYOTL, todavía hoy se encuentra de manera hermética en los hombres de conocimiento de los pueblos indios del norte de la nación y los diseños más antiguos de símbolos herméticos en multitud de piedras en todo el Pacífico Norte.

No es casual que, el descubrimiento del siglo en el terreno antropológico, se haya hecho en Baja California y Sonara, a través del antropólogo Carlos Castaneda, que pudo entrar en contacto con un Chaman Yaqui, quien le transmitió la antigua enseñanza que, por miles de años, vino de generación en generación y que en los últimos cinco siglos, ha transitado en los obscuros espacios del nagual. Esta sabiduría milenaria ha causado un verdadero «parte aguas» en la visión que el mundo tiene sobre los pueblos indios de América y ahora se le conoce y respeta en todo Occidente, menos desde luego en México.

Los pueblos indios del Norte del México Antiguo, fueron tan sabios y cultos, que sus hermanos del Sur. La diferencia ha sido el desierto y lo que conlleva sobrevivir en la adversidad del clima. Las grandes culturas que se han desarrollado en el desierto, son culturas muy sólidas y casi inextinguibles, ya que, si por milenios han podido sobrevivir ante el desafío del desierto, de manera que cualquier otro reto, no representa una grave dificultad.

La sabiduría que da el vivir por milenios en el desierto, hoy es una de las más importantes herencias culturales que poseen los ciudadanos mexicanos que viven en el Norte del país. Efectivamente, aunque muchas personas crean que nada tienen que ver con los pueblos indios del Norte, la forma de enfrentar la vida y el mundo, indiscutiblemente viene de su vasto y milenario Patrimonio Cultural Indígena.

En el «banco genético» está depositada toda la experiencia y sabiduría de nuestros Viejos Abuelos. Esa forma de ser del «norteño», esa fuerza, constancia y resistencia, encuentra un hilo conductor con miles de años de vida en el desierto y, mucha de la sabiduría popular, que hoy existe en los pueblos y ciudades del Norte, tienen que ver con esa matriz filosófica cultural que nos une y hermana a todos los mexicanos, del Sur y del Norte, del centro de las costas.

De manera que el concepto de «Aridoamérica» es otro más de los mitos de conquista y colonización de México.

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