¿Conciencia o Ego?

La vez anterior decía que una cosa es despertar la conciencia, mientras que otra muy diferente es contar con las herramientas interiores para hacerle frente a la crisis que se desata en todo proceso de despertar. Es decir, una cosa es darte cuenta de la realidad, pero otra es saber cómo gestionarla y transformarla. Una cosa es aceptar que el mundo actual es una mierda que ya no te ofrece nada y otra es tener alternativas realistas, conscientes; un objetivo existencial bien definido y congruente con tu estado de conciencia; así como una estrategia para alcanzarlo y un profundo análisis de los obstáculos y los riesgos que implica ser luz en un mundo que se oscurece de manera contundente e irremediable.

Sé que esto suena más a un plan de negocios que a toda la basura envuelta en espiritualidad que difunden a nivel global los gurús que conforman el mainstream de la conciencia, pero quien aspira a no ser devorado por oscuridad debe tener bien claro un objetivo y la estrategia necesaria para alcanzarlo. De lo contrario, corre el riesgo de perderse, por un lado, en la tentación de cambiar el mundo o de trabajar interiormente con la intención de mejorar su situación en él; y por otro, en un mundo pseudo espiritual que ofrece, en el mejor de los casos experiencias, no soluciones.

Como primer paso, resulta indispensable saber en dónde estás y a dónde vas. Aunque parezca demasiado obvio, es aquí donde la mayoría se equivoca y termina extraviándose. En otros tiempos, esta desorientación era parte del proceso. Era necesario perderse para encontrarse. Sin embargo, en la actualidad ya no hay tiempo de extravíos. Así que vayamos al grano:

El punto de partida es un mundo en caos que está entrando a una etapa de oscuridad de la que ya no podrá salir nunca. Los tiempos que corren son tiempos de definición: te quedas atrapado de por vida en la prisión planetaria o sales de ella de una vez y para siempre.

El primer problema es que muchas personas que han tomado conciencia no consideran salir de aquí como una opción. Es decir, creen que su despertar es la llave para transformar al mundo en un lugar justo que se rija por los estándares espirituales más elevados, o bien, que tomar conciencia les ayudará a alcanzar las metas mundanas que siempre han anhelado: dinero, sexo, reconocimiento, compañía, poder, salud o cualquier otra cosa que represente bienestar en este plano material. Esto no es conciencia, sino ego, miedo, carencia, ignorancia, inmadurez y un alto apego a lo mundano.

Aunque conciencia y abundancia son dos términos íntimamente vinculados entre sí de los que ya hablaré en su oportunidad, no es esto lo que las grandes masas persiguen al adentrarse en los parajes de la conciencia. La gran mayoría solo logra construir un personaje “espiritual” que se fundamenta en un discurso vacío y una conducta estereotipada. Para ellos la “conciencia” implica ponerse un disfraz de “buenas personas” que les permitirá alcanzar todo aquello que les exige el mundo contemporáneo en términos materiales, sociales, familiares, profesionales y, por supuesto, “espirituales”.    

Las personas que realmente tomaron conciencia no están buscando nada que los arraigue más a un mundo que ya no tiene nada qué ofrecerle, un mundo en el que ya no se sienten bienvenidos. Para ellas, el punto de partida está claro: mientras se esté en el mundo hay que procurarse un lugar para vivir, alimentos y la tranquilidad de tener cubiertos los gastos necesarios para poder enfocarse en el trabajo interior. Éste debe tener la máxima prioridad, ya que es la llave que abrirá la puerta que permitirá el regreso a casa.

Desde esta perspectiva, la conciencia implica renunciar a lucha por alcanzar objetivos materiales, éxito en proyectos laborales o profesionales, exigencias familiares y sociales, expectativas políticas y económicas, y toda cuota de placer que demanda el sistema y la sociedad global hiperconectada. Una persona que realmente tomó conciencia de la situación actual, aceptó que el camino de vuelta a casa es solitario y profundamente incómodo. Asume que tiene que dedicar tiempo a actividades que hacen brillar su corazón, pero sin una expectativa más allá de mantenerlo encendido para salir de aquí.

De tal suerte, el camino de la conciencia es un camino de renuncia a las necesidades del ego para enfocarse en las necesidades del Ser. En otras palabras, el ego -esa parte de ti que no es necesariamente tú-, se apega de manera natural a lo mundano, es ahí a donde pertenece. La oscuridad no quiere dejarte ir y está poniendo a tu disposición todo lo que el sistema ofrece para arraigarlo a este plano. Mientras que tu corazón está recibiendo el llamado de tu esencia y está buscando regresar a ella. Reconocer esta lucha en tu interior es fundamental porque ese es el punto de partida.

Si te gusta el mundo y quieres quedarte en él, déjate ir sin culpa y disfrútalo mientras puedas. Pero si sientes el llamado de la luz en tu corazón, tendrás que encontrar un matiz que te permita resolver tus necesidades humanas para enfocarte en romper las cadenas que te atan a este plano. Esta es una de ellas, quizás de las más fuertes: el apego a lo mundano, a la esperanza de que todo va a cambiar, a que lo mejor está por venir. Eso simplemente no va a suceder. Y menos para quien está intentando mantener encendida su luz interior en un mundo en tinieblas.

De tal suerte, lo primero en lo que debes enfocarte es en tomar las decisiones que te permitan desarraigarte del plano material. No se trata de regalarlo todo e irse a vivir a una isla desierta. Se trata de tomar decisiones conscientes en lo cotidiano. De que la mayor parte de esas elecciones que realizas, estén orientadas a mantener encendido tu corazón para sacarte de aquí cuando llegue el momento. Cada una de ellas representa un paso que te lleva a casa, o en su defecto, que te ancla a este plano. Es ahí donde la conciencia juega su rol principal: orientar tus elecciones. Antes de decidir cualquier cosa, pregúntate desde dónde estás eligiendo y para qué. Esa es la manera más fácil y práctica para evitar que el ego se entrometa. Se honesto contigo mismo y confía en ti. Todo paso que des desde ahí te acerca más a lo que eres y a donde perteneces.

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