El Desarrollo del Conocimiento

El conocimiento que desarrollaron estas seis Civilizaciones Madre, desde hace aproximadamente 10 mil años, ha sido el cimiento de toda la sabiduría humana. El hombre en la Luna y las computadoras, son tan solo su continuidad y su fruto. Los Viejos Abuelos, sin ayuda de ningún pueblo y a partir de la observación metódica y sistemática de la naturaleza y de la bóveda celeste, lograron “tejer” una inconmensurable red de conocimientos, que a través de los siglos y de generación en generación, se conformaron como el Patrimonio Cultural de nuestra civilización.

“La astronomía era bien conocida entre los pueblos mesoamericanos, destacándose en ello los toltecas. <Los toltecas eran sabios, sus obras todas eran buenas, todas rectas, todas bien planeadas, todas maravillosas… Conocían su influjo, sabían bien cómo marcha el cielo, cómo da vueltas… La observación de fenómenos naturales que se repetían en forma invariable, entre las que estaban las cifras 4, 7 y 13, sobre todo. Así, de la combinación de éstas se obtenía una gran cantidad de ciclos”. (María Elena Romero Murguía. 1988)

Los Viejos Abuelos tenían dos vertientes del conocimiento, una era masculina la otra femenina. Una era exacta, fría y distante: la mecánica celeste. La otra era bondadosa, generosa y caprichosa: la naturaleza. A partir de la observación del firmamento, la naturaleza y la esencia del ser humano, los Viejos Abuelos construyeron todo su conocimiento. 

“Si tomamos cuatro ciclos de 13, obtenemos el cómputo de 52; siete periodos de 52 días hacen un total de 364… Con relación al 13, tenemos que suceden 13 lunaciones en un año. Si tomamos las cifras redondeadas de 28 días: 28 x 13 = 364. Trece son los llamados cielos de la cosmogonía náhuatl, según se describe en el Códice Latino o Códice Ríos; 13 años conforman un tlalpilli y al multiplicar 7 por 13, obtenemos 91 <número de elementos de un Nepoualtzizin>, lo que representa el número de días de una estación, de equinoccio a solsticio y de solsticio a equinoccio. Si duplicamos el valor de 91, tendremos 182, que simboliza el número de días del ciclo del maíz; si lo triplicamos, el resultado es 273, es decir, el número de  días necesarios para una gestación, o bien una cuenta ritual de 260 días, más una trecena; si lo cuadruplicamos, obtenemos 364; así, 91 x 4 = 364, o bien, 91 meses, que forman siete años <2,548 días>, 91 años <33,124 días> o 91 ciclos de cuatro años, 364 x 364, haciendo un total de 132,496 días. Así pues, destacamos los principales cómputos del cálculo prehispánico: cuatro, siete y 13.” (María Elena Romero Murguía. 1988)

LA AGRICULTURA

La invención del maíz, tal vez sea, uno de sus mayores logros, pues de ser un pasto silvestre, los Viejos Abuelos, produjeron la espléndida mata de maíz a través de lo que hoy llamamos ingeniería biogenética.  El desarrollo de la ingeniería hidráulica en la agricultura, la invención de la milpa y la Chinampa. El desarrollo de eficientes sistemas de salud, alimentación, educación y organización social, representan los grandes logros de los Viejos Abuelos en esta primera etapa.   “En las chinampas se encuentran las formas más desarrolladas de rotación de cultivos y de cultivos mixtos, así como el empleo más intensivo de almácigos y semilleros. Este tipo de cultivo se halla en producción durante todo el periodo anual, año tras año; seguramente se trata de uno de los sistemas de cultivo más permanentes, intensivos y productivos del mundo.” (A. Palerm 1990) La ingeniería hidráulica llegó en el Anáhuac a niveles muy adelantados, no sólo por el uso extenso del regadío, sino que el concepto de la “Chinampa” resulta aun en nuestros días muy adelantado. Definitivamente no podemos imaginar las maravillas de Teotihuacan o Chichén Itza, sin la base de un sistema alimentario eficiente, que haya podido impulsar el desafío que representa la construcción de los muchos centros de conocimiento que existieron en todo el Cen Anáhuac. La ciudad de México-Tenochtitlán que conocieron los españoles en 1519 construida en el período decadente del Postclásico, era un ejemplo de uso y aplicación de la ingeniería y la arquitectura.  «En España, y en toda Europa, no existían entonces conglomerados urbanos siquiera comparables con México, que, aunque hay quien le asigne hasta millón y medio de habitantes, lo más probable es que anduviera por el medio millón (Londres no pasaba de 40 mil y París, la ciudad más grande, apenas llegaba a 65 mil), y eso sin contar las demás poblaciones del Valle, que no iban muy a la zaga, como Texcoco, Aztcapozalco, Ixtapalapa, Tacuba, etc.» (José Luis  Guerrero. 1990) La obra de ingeniería hidráulica para dividir, contener y regular los lagos del Valle del Anáhuac, representaba un adelanto desconocido para los europeos; lo mismo que el concepto reticular de calles, avenidas, calzadas, canales. Esta ciudad, en el Postclásico decadente, contaba con agua potable, plazas, escuelas, mercados, centros culturales, tribunales, bibliotecas, zoológico, templos, canchas deportivas, museos, graneros comunitarios, todo lo que para la gente de nuestro tiempo implica una ciudad “moderna”. “Tiene esta ciudad muchas plazas, donde hay continuo mercado y trato de comprar y vender. Tiene otra plaza tan grande como dos veces la ciudad de Salamanca, toda cercada de portales alrededor, donde hay cotidianamente arriba de sesenta mil ánimas…Hay en esta gran plaza una gran casa como de audiencia, donde están siempre sentadas diez o doce personas, que son jueces…Hay en esta gran ciudad muchas mezquitas o casas de sus ídolos de muy hermosos edificios, por las colaciones y barrios de ella… entre estas mezquitas hay una que es la principal, que no hay lengua humana que sepa explicar la grandeza y particularidades de ella… Hay bien cuarenta torres muy altas y bien obradas, que la mayor tiene cincuenta escalones para subir al cuerpo de la torre; la más principal es más alta que la torre de la iglesia mayor de Sevilla… Hay en esta gran ciudad muchas casas buenas y muy grandes…. Por la una calzada que a esta gran ciudad entra vienen dos caños de argamasa, tan anchos como dos pasos cada uno, y tan altos como un estado, y por el uno de ellos viene un golpe de agua dulce muy buena, del gordor del cuerpo de hombre, que va a dar al cuerpo de la ciudad, de que se sirven y beben todos. El otro, que va vacío, es para cuando quieren limpiar el otro caño” ( Hernán Cortés, 1519)

LAS MATEMÁTICAS Y LA CUENTA DEL TIEMPO

Las matemáticas fueron un campo fundamental del conocimiento de los Viejos Abuelos. Necesarias no solo en la construcción de los monumentales y exquisitos centros de conocimiento, sino en el campo de los calendarios y la medición del tiempo. Efectivamente, los Mayas inventan el cero matemático y en sus mediciones calendáricas, las cifras que manejan resultan a la vez increíbles y perfectas. Los Viejos Abuelos tenían tres calendarios diferentes, pero, los tres se ensamblaban a la perfección en uno solo. El primero era de 260 días y estaba en relación con las lunaciones. El segundo era de 365 y cuarto, estando en relación con el movimiento de translación de la Tierra en torno al Sol. El tercero era de 52 años y estaba perfectamente sincronizado con el movimiento de traslación que realiza la Tierra en torno al conjunto de estrellas llamadas “Las Pléyades”. Sin dejar de mencionar el ciclo de Venus.

“Sabemos también la relación que existe entre la disposición arquitectónica de Teotihuacan y el paso por el cenit de las Pléyades cada 52 años, como un gran año de la constelación del Toro. Este gran año es el tiempo justo en el cual se unen ambas cuentas: la ritual de 260 días que relaciona las órbitas de Venus y la Tierra, y la agrícola solar de 365.25 días, la cual se cumple cada 18,980 días, es decir, un Xiuhmolpilli.”  (María Elena Romero Murguía. 1988)

El calendario fue tan perfecto que, cuando llegaron los europeos y lo conocieron, se dieron cuenta que el de ellos, llamado Juliano, estaba equivocado y ajustaron su calendario al nuestro y le llamaron Gregoriano, pues fue el Papa Gregorio XIII quien ordenó la reforma al calendario Juliano en 1582.

“El origen del cómputo prehispánico ha sido rastreado desde sus raíces olmecas. Recordemos que la palabra olmeca se forma de los vocablos ollin: movimiento y mecatl: mecate, en referencia a la medida con el mecate; es decir, la medida del movimiento o bien el movimiento de la medida. Esto significa que los olmecas eran conocidos muy probablemente  como los medidores del movimiento cósmico y su expresión en las formas geométricas…” ( Ma. Elena Romero M. 1988)

México poseía el 75 % de la biodiversidad del planeta. Los Viejos Abuelos conocían los usos medicinales, alimentarios y utilitarios, asombrosamente de casi todas las plantas, minerales y animales; lo que entre otras cosas les permitió desarrollar una de las medicinas más antiguas y perfectas del mundo y que hasta nuestros días ha sobrevivido. El Códice de la Cruz Badeano (1552), las asombrosas trepanaciones encontradas en osamentas, los sobadores, yerberos y curanderos, son un testimonio de la permanencia de esta sabiduría milenaria que se ha resistido a desaparecer. Podemos afirmar que la farmacología mundial ha sido creada en sus cimientos por los aportes de tres civilizaciones: China, India y México. Para poder apreciar el complejo y sofisticado conocimiento que tenían los antiguos mexicanos del cuerpo humano citaremos de la monumental obra “Cuerpo Humano e Ideología”, los nombres en náhuatl de las partes del ojo y con ello inferir el grado de conocimiento sobre la medicina humana:

La ingeniería llegó con nuestros Viejos Abuelos a niveles inimaginables. En nuestra civilización se amalgamó muy bien la ingeniería con la astronomía y la religión. En efecto, más allá del desafío a las leyes de la física, las matemáticas y la perfección de la naturaleza; las construcciones monumentales del Anáhuac tenían el fin de unir armoniosamente al ser humano con la Tierra, los planetas y las estrellas, en una maravillosa y extraordinaria aproximación con lo divino y lo sagrado del universo. Porque nuestros Viejos Abuelos vivieron por milenios con un sentido espiritual y de armonía con el universo.

“No cabía duda para él que los mayas habían sido consumados matemáticos, astrónomos y navegantes, y que estaban familiarizados con la trigonometría plana y esférica que los ponía en posición de poder computar el tamaño del mundo, calcular la distancia de polo a polo, y hacer la estimación del largo de un meridiano. Creía que, al igual que los egipcios, los mayas habían incorporado sus concepciones cosmogónicas y religiosas a sus edificios sagrados, particularmente a las pirámides.” (Peter Tompkins. 1981)

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