Toda Cultura Madre entendió que su origen se encontraba en las estrellas, dejando registro en pinturas rupestres, petrograbados, edificaciones alineadas con ciertas constelaciones y en sus leyendas.
Para muestra de esto podemos ver la alineación de las pirámides de Teotihuacan y las pirámides de Giza en Egipto, con el cinturón de Orión. También, las leyendas anahuacas como Chicomoztoc (la cueva de los siete nichos) haciendo referencia al conjunto estelar Pléyades. La relación de Quetzalcóatl con Venus, las tablillas sumerias, las religiones solares y demás ejemplos, nos hace notar nuestro origen y destino final en el cielo.
Podemos encontrar a lo largo y ancho del mundo y durante la historia del hombre, el arquetipo de la estrella. El mejor ejemplo son los reyes magos, siendo guiados por la estrella de belén, para presenciar el nacimiento de Jesús. Otra referencia clara es la carta del tarot “La Estrella”, que, entre otros significados, nos señala la necesidad de esa guía, ese punto en el horizonte que de rumbo a nuestros pasos.
Para la cultura madre anahuaca (mesoamericana), la representación de “Lo más grande” es el cielo, el manto estelar. Y desde ahí, desde el centro de la galaxia o del sistema solar, se emanaba esa fuerza que nos daba su toque: El Espíritu (Tloque nahuaque en nahuatl o Hunabku en maya). Dándonos un propósito. Dándonos nuestra característica. Manifestado en Todo y en cada una de sus partes. En el humano, en la naturaleza, en los elementos, en las estrellas y en la totalidad del universo.
De esta manera, seguir los designios del Espíritu, era estar en armonía con el universo y con todos los habitantes de este gran Ser al que llamamos Tierra. Si somos capaces de comprender que todo es tocado por el espíritu, que Dios está en todas partes, es sencillo notar lo sagrado en cada aspecto que vivimos y que conocemos en nuestra existencia. Esto nos daba la guía y la certeza.
Además, el lenguaje no verbal o el que realizamos con nuestro cuerpo, que es una forma inconsciente de comunicación, refleja la búsqueda de respuestas, la acción de mirar al cielo.
En tiempos en donde reducimos nuestra percepción del mundo a las pocas pulgadas de la pantalla de nuestro celular, aún voltear a ver al cielo para encontrar una respuesta, o mejor todavía, para llamar a la certeza, lo hacemos como nuestros antepasados.
En pensar que si hay algo que yo no he practicado, es alzar inquietamente la vista al FIRMAMENTO, siempre me aferré por los pies en esta «maravillosa Madre Tierra». Es lo mas increible que he tenido en todas mis existencias, pero no obstante…
Siempre he tenido en el corazón y en la razón, el vínculo pleyadiano. Muy elocuente tu artículo, querido colega ET, perdón, EC.
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