Esta pregunta se la hizo Juan Pérez, una mañana al despertar, recordando una vieja charla que tuvo con un amigo, meses antes de que éste falleciera en un accidente de coches; en esa plática, su cuate opinaba que no, que cada quién debería velar por su propio bien, ser egoístas, no exponerse y pensar solamente en uno y en los suyos, y lo dejó pensativo… Antes de levantarse, Juan hizo una oración por su amigo y le agradeció todas las enseñanzas y buenos momentos que le dejó en vida.
Esa misma mañana, Juan Pérez recibió el beso de su hija, que lo despidió antes de irse al trabajo, y con ello, se le iluminó el día. Salió a la calle muy contento y abordó el microbús; su empresa quedaba a orillas de la ciudad. Al bajar, aún le quedaba recorrer un largo trecho, por un paraje solitario. Lo transitó confiado, como hacía todos los días… Pero de pronto, ¡vio entre unos matorrales a un hombre intentando abusar de una jovencita! Su corazón se agitó. Sintió una mezcla entre rabia y temor. Instintivamente, arrojó su maletín y corrió a socorrer a la chica; el violador, al verlo llegar, sacó de entre sus ropas un cuchillo, lo apuñaló y salió huyendo… La adolescente, aún en shock y temblando, cubrió su cuerpo, y entre lágrimas y sollozos, alcanzó a expresarle con la mirada su gratitud, antes de que Juan Pérez diera un último suspiro… Murió desangrado.
Cuando su alma llegó al cielo, se encontró a su viejo amigo, y se saludaron. Después de charlar por unos instantes, éste, al conocer la causa de su fallecimiento, le reprendió amigablemente:
—Te lo dije, Juan, que no debías meterte en problemas ajenos. Ve: ahora tu hija se ha quedado sin su padre, todo por defender a una desconocida… ¿Dime, por qué lo hiciste?
A lo que Juan, sin titubear, respondió:
—Porque si mi hija estuviera en peligro y yo no me encontrara ahí para protegerla, quisiera que alguien más la ayudara por mí.
No obstante es un acto de fé esta afirmacion, todo depende. Pero ante todo, nosotros tenemos el primer compromiso con nosotros mismos, despues con nuestros hijos y cónyuge y despues el próximo (prójimo). Es lo mismo de ofrendar la vida por la patria. ¡Ya muertos, para qué vivir?. Ninguna causa es superior a nuestra propia vida, a menos que supieramos de antemano para lo que nacimos y más aún, porqué morir.