P-ANTOLOGÍAS DE ESTAMPAS QUE RELATO (4. RELATO DE UNA MONOGAMIA ROTA)

Érase una noche, un amigo de parrandas intelectuales y pseudopolíticas, me llevó a tomar unas cervezas a un bar alemán, no recuerdo donde, pero era en la zona rosa. Nos medio empinamos jugosas dosis de amargas y angostas cheves, hasta que le llegó su hora y mi cuate Mundo se despide y me deja «picado». Yo ya todo un desenfrenado neoalcohólico, me quise sacrificar y descarada y eufóricamente me mantuve en la barra. Cuál va a ser mi susto… una bella e intrépida dama de aproximadamente mi misma edad me aborda sin escrúpulos, pues en teoría, esa aproximación es de ♂ (caballeros). Yo un inexperto en cosas de conquista en bares… y en calles, y en iglesias, y en bailes, me entregué a una conversación realmente inesperada. Ella, hija del embajador que sucedió a mi papá en Perú, lógico nos metimos en una plática muy intensa y entusiasmante.

Ella me preguntó  – ¿cuál era tu cuarto?,

y yo le contesté… el segundo cuarto de arriba (la casa de la embajada tenía cuatro dormitorios) donde había una lúgubre colección de muebles de caoba oscura, casi chocolate quemado. La cama tamaño matrimonial era con dosel (techo) cubierto de un lujoso tapete tipo… no sé qué tipo… Un ropero que bien podría atribuirse al Conde Drácula con dos espejos grandes que, lo único que les faltaba era hablar. Cortinas densas y convertían el refugio en funesto y oscuro … , etcéteras.

 Y ella muy emocionada me dijo que, – «ese era precisamente mi cuarto… yo me imaginaba tu persona, pues sabíamos cuántos hijos vivían con el exembajador, y yo me acariciaba imaginándote». Yo absorto… me dio vergüenza, pues “casualmente y propio de la edad de los veintipiquito años”, hacía lo mismo, pero sin el mismo ideal personalizado.

 Ella, sin más tiempo que perder, me dijo, – «vámonos quiero estar contigo y hacer mi sueño realidad, afuera tengo mi Combi».

A mí se me encaramaron los ahorcadores «tempiates» hasta la base de la quijada. Yo el galán “Doncello” nunca me había enfrentado a una situación tan real y drástica. Mi educación era tal, que su vecina era la hipocresía.

Pero no había salida. Se tenía que apresurar la operación zapato. Una aceleración inevitable de dar un mal/buen paso.

Al diablo la monogamia.

Era una cómoda Combi color naranja, muy bien equipada para casa de campaña, pero la prisa de mi nueva amiga era tan intensa, que no dio tiempo para ocupar la cama de atrás.

Mal estacionados sobre la octava avenida y 14 calle de la zona 10, consumamos un amor frustrante y delicioso con una trenza de piernas entre timón. Cabeza en piso, cabeza entre puerta y asiento. Rotaciones casi neurasténicas. Yo entre asustado, miedoso, entusiasmado y temeroso del aliento y la borrachera, le pido a mi arrebatada pareja … son las tres de la madrugada, ¿me puedes llevar a mi casa?

Entro con el disfraz del pecado. Tacuche (traje en guatemaltequismo) en mano izquierda, zapatos en mano derecha, directo al baño, esperando que se tranquilizara mi pobre corazón que acababa de haber perdido el premio de monógamo.

Como anécdota, puedo concluir… al inicio del día, un domingo limpio y ventilado como el opuesto al ambiente de la tal Combi, Flor saluda efusivamente a una mujer que estaba cruzando. Era ella, «la dama de la Combi».

Tan tán.

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