Sal o móntate en la acacia
cuando acá hacia el tiempo del fuego
cayó el día y su paso a la noche mientras el templo decía:
Salomón soy, quien cual luz apaga un ego,
prendiendo oscuridad al derroche,
dando horizonte a su ignorante habla siendo el justo polizonte, que cabalga el árbol, corcel de sabiduría.
Como al centro habría quietud.
Entro al día, somos de luz.
Al dar a luz ella marcó para esta era un ataúd,
a la par su estrella quien pactó no gobernar más sobre la cruz.
Al mar llenar su llanto seco, con la brisa en una danza,
llamar que peco bajo un manto, un tanto turbio, el vientre sangraba.
Fue un diluvio en llamaradas, pero llega pronto el día con mi sonrisa en la balanza.